Cuando ya no puedes más

Cuando ya no puedes más
Por: Rafael Monroy
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s difícil pedirle a una persona que mantenga la calma, la paciencia y una actitud valiente cuando no tiene dinero para pagar la renta, cuando su alacena está vacía o cuando cada día se enfrenta a la incertidumbre de cómo alimentar a su familia. Lamentablemente, existen tiempos difíciles donde la realidad se vuelve abrumadora: personas pierden sus empleos, empresas cierran sus puertas y millones dependen de la caridad de otros para poder sobrevivir. En esos momentos, nuestras fuerzas se desvanecen, la esperanza parece agotarse y la desesperación se instala en el corazón. Sin embargo, aun en medio de la mayor adversidad, los cristianos tenemos un recurso poderoso: la oración y el clamor a Dios.

En medio de estas dificultades, es común sentir que el mundo se derrumba a nuestro alrededor, que no hay manera de salir adelante y que la vida se ha convertido en una serie interminable de problemas. Como cristianos, no estamos exentos de pasar por estas situaciones; de hecho, la Biblia nos advierte que, al seguir a Cristo, enfrentaremos tribulaciones. En el libro de los Hechos se nos dice: “Y después de anunciar el evangelio a aquella ciudad y de hacer muchos discípulos, volvieron a Listra, a Iconio y a Antioquía, confirmando los ánimos de los discípulos, exhortándoles a que permaneciesen en la fe, y diciéndoles: Es necesario que a través de muchas tribulaciones entremos en el reino de Dios.” Hechos 14:21-22.

Aunque la Escritura deja claro que es “necesario” pasar por tribulaciones, en la vida cotidiana nadie desea sufrir. No estamos naturalmente dispuestos a enfrentar problemas que parecen no tener solución. El dolor, la angustia y la incertidumbre son experiencias que todos queremos evitar. Sin embargo, aunque no deseemos pasar por estas pruebas, Dios, en su infinita misericordia, ha trazado un camino de salida en medio de cada dificultad. La pregunta es: ¿cómo encontrar ese camino?

A lo largo de la historia bíblica, muchos hombres y mujeres de Dios pasaron por situaciones extremadamente difíciles, al punto de sentir que la muerte era inminente y que no había ayuda posible a su alrededor. Sin embargo, ellos hicieron algo que muy pocos de nosotros hacemos: clamaron a Dios desde lo más profundo de su ser. En 2 Samuel 22:7, David escribe: “En mi angustia invoqué a Jehová, y clamé a mi Dios; él oyó mi voz desde su templo, y mi clamor llegó a sus oídos.” Esta expresión de David no se refiere simplemente a una oración rutinaria, sino a un clamor, una súplica intensa nacida desde lo más profundo de su ser.

El clamor no es simplemente elevar una oración; es un grito del corazón, un ruego desesperado que expresa nuestra total dependencia de Dios. David, un siervo que enfrentó innumerables dificultades, conocía el poder del clamor. Literalmente, huyó por su vida, escondiéndose en cuevas mientras un ejército lo perseguía. Pasó hambre, enfrentó la traición y vivió largos periodos de incertidumbre, creyendo que su sufrimiento nunca terminaría. Sin embargo, fue precisamente en esos momentos de mayor desesperación cuando clamó a Dios y encontró respuesta.

El clamor es una herramienta espiritual que solo puede ser utilizada por aquellos que realmente la necesitan. No es para quienes tienen un trabajo estable, viven sin deudas y sienten que son “buenos” cristianos, que piensan que merecen la bendición de Dios. Este recurso divino está disponible para quienes se sienten sin fuerzas, abatidos por los problemas y con el alma llena de angustia.

Si te encuentras atravesando la peor situación de tu vida, usa este recurso. No es complicado: llora, suplica, ruega, humíllate ante Dios como nunca lo has hecho antes. Derrama tu corazón delante de él; no te conformes con una oración superficial. Expresa tu necesidad y reconoce que no puedes enfrentar la situación solo, que necesitas de su ayuda y fortaleza. Cuando te acerques a Dios, hazlo con un espíritu humilde, sin exigir ni reclamar, porque eso es arrogancia. Recuerda que “el Señor no rechaza un corazón contrito y humillado.” Salmos 51:17.

Ruega a Dios por su auxilio

Dios escucha la súplica sincera que proviene de lo más profundo del corazón, y como el Padre amoroso que es, proveerá lo que necesitas, aunque no siempre lo que deseas. A veces, Dios permite que enfrentemos situaciones difíciles para que aprendamos a depender únicamente de él y no de nuestras propias fuerzas o de nuestras posesiones. Es posible que permita que nuestros ingresos disminuyan o que la enfermedad toque la puerta de nuestro hogar, para enseñarnos que no debemos confiar en un empleo o en la ayuda de otras personas, sino solo en su provisión divina.

Si necesitas trabajo, Dios abrirá las puertas necesarias para que encuentres un empleo. Si necesitas alimento para tu familia, él no te dará una piedra en lugar de pan. Sin embargo, es fundamental que busques, que toques a la puerta y, sobre todo, que clames al Señor en tus momentos de angustia. Cuando sientas que ya no puedes más, recuerda que su mano de misericordia puede sacarte del pozo de la desesperación y llevarte a un lugar de paz.

El clamor sincero no pasa desapercibido para Dios. Él ve tus lágrimas, escucha tu ruego y conoce la profundidad de tu dolor. Pero también sabe lo que es mejor para ti y responderá en el momento oportuno. A veces, la respuesta de Dios puede no ser inmediata, y eso puede llevarnos a pensar que estamos solos. Sin embargo, él nunca abandona a sus hijos. En medio del silencio, Dios está obrando, y su plan es siempre perfecto.

Quizás sientas que tu situación es insostenible, que tus fuerzas se han agotado y que la desesperación ha tomado control de tu vida. Pero Dios es especialista en transformar la angustia en paz y la desesperanza en esperanza. Él ha prometido no dejarnos ni desampararnos. Como dice Hebreos 13:5: “Sean vuestras costumbres sin avaricia, contentos con lo que tenéis ahora; porque él dijo: No te desampararé, ni te dejaré.” Estas palabras nos recuerdan que Dios es fiel y que su presencia es constante, incluso en medio de las dificultades más oscuras.

Aun cuando todo parezca perdido, cuando la incertidumbre y el miedo amenacen con sofocar tu fe, recuerda que Dios es tu refugio y tu fortaleza. No te rindas. No dejes que la desesperación apague tu esperanza. Clama a Dios con todo tu ser y confía en que él, a su debido tiempo, traerá la respuesta que necesitas.

Dios es el único que puede darte la paz que sobrepasa todo entendimiento, esa paz que el mundo no puede ofrecer. Aunque la tormenta arrecie y las dificultades no cesen, su presencia será suficiente para sostenerte. Y cuando mires hacia atrás, verás que en cada momento de angustia, Dios estuvo allí, guiándote, protegiéndote y proveyendo para cada una de tus necesidades.

Así que, no importa cuán difícil sea la situación que enfrentes hoy, recuerda: ¡no te des por vencido! Dios es fiel y nunca abandona a los que en él confían.

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k. lima
k. lima
4 años atrás

Esta palabra es bálsamo a mi vida….Gracias y Bendiciones!!!

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