La cena del Señor (La Santa Cena)

La cena del Señor (La Santa Cena)
Por: Rafael Monroy
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omo es bien sabido, la llamada «Semana Santa» se celebra en todo el mundo católico como la mayor de las festividades religiosas del año. Millones de personas dedican al menos un día al año para «guardar» sus tradiciones y utilizar este tiempo como «días de recogimiento espiritual.» Dichas tradiciones han sido heredadas de sus padres, quienes a su vez las recibieron de sus abuelos, lo cual constituye un orgullo familiar digno de ser conservado.

Como es bien sabido, la llamada «Semana Santa» se celebra en todo el mundo católico como la mayor de las festividades religiosas del año. Millones de personas dedican al menos un día al año para «guardar» sus tradiciones y utilizar este tiempo como «días de recogimiento espiritual.» Dichas tradiciones han sido heredadas de sus padres, quienes a su vez las recibieron de sus abuelos, lo cual constituye un orgullo familiar digno de ser conservado.

Para muchos, resulta inconcebible imaginar que alguien en el ámbito cristiano no sienta alguna nostalgia, lástima, o enojo por el sufrimiento que los soldados romanos hicieron pasar a nuestro Señor Jesucristo. Estas fechas son propicias para dar rienda suelta a esas emociones en torno a este tema. Muchas denominaciones evangélicas también celebran la Semana Santa con algunos cultos especiales, en particular el «Viernes Santo,» y el «Domingo de Resurrección.» Esta celebración es considerada por muchos como un momento propicio para recordar el sacrificio de Jesús, y representa el acontecimiento cristiano que une a todos aquellos que creen en el Hijo de Dios alrededor del mundo.

Observamos cómo las estaciones de televisión dedican gran parte de su programación a exhibir películas relacionadas con la «vida, pasión y muerte de nuestro Señor Jesucristo,» lo cual aviva en la mayoría de los fieles un sentimiento de espiritualidad que conmueve incluso a los corazones más endurecidos. Al final, esta festividad concluye con una celebración que conmemora la resurrección de Jesús durante el «Domingo de Resurrección.»

Sin embargo, es importante reflexionar sobre la verdad detrás de este gran «movimiento cristiano.» Una de las preguntas que debemos plantearnos es: ¿debe el cristiano celebrar la Semana Santa? ¿Y qué relación tienen la Santa Cena, y la pascua con dicha celebración? Para responder a estas interrogantes, acudamos a la palabra de Dios y veamos, en primer lugar, la advertencia que se nos hace en el libro de Jeremías.

«Así dijo Jehová: No aprendáis el camino de las naciones, ni de las señales del cielo tengáis temor, aunque las naciones las teman. Porque las costumbres de los pueblos son vanidad; porque leño del bosque cortaron, obra de manos de artífice con buril. Con plata y oro lo adornan; con clavos y martillo lo afirman para que no se mueva.» (Jeremías 10: 2-4).

La celebración de la Semana Santa no está respaldada por Dios, y como veremos más adelante, tampoco tiene validez desde una perspectiva bíblica e histórica. En este sentido la Iglesia católica ha marcado la pauta para alterar y desvirtuar la palabra de Dios con una serie de tradiciones, que lejos de honrar a Dios le desobedece de manera cínica. Lamentablemente, la iglesia cristiana evangélica sigue sus pasos, sin siquiera darse cuenta, y en ocasiones hasta negándolo. Esta tradición arraigada profundamente en el catolicismo y entre muchos cristianos evangélicos, pone de manifiesto la falta de conocimiento de estos sectores en la palabra de Dios.

Es importante recordar que Jesús nunca ordenó celebrar una semana en particular, ni siquiera de viernes a domingo, tampoco a conmemorar su resurrección en una fecha específica. De hecho, nuestro Señor Jesucristo no murió un día viernes, tampoco resucitó un domingo como se demostrará más adelante. Es fundamental acercarse a este mensaje con un corazón dispuesto a comprender la verdad bíblica, olvida por un momento lo que aprendiste, y deja que el Espíritu de Dios te enseñe.

La Pascua no siempre cae en el mismo día de la semana

Es importante aclarar que la Pascua no siempre coincide con un día específico de la semana. Según el calendario judío, la Pascua puede variar de día, aunque la fecha, 14 de Nisán, permanece constante. Dios estableció la fecha en el calendario judío y no el calendario gregoriano para la celebración de la Pascua, recordemos que fue Dios quien determinó esta fecha, no el pueblo de Israel ni la Iglesia Católica.

El calendario actual, conocido como calendario gregoriano, fue instaurado por el Papa Gregorio XIII en el siglo XVI, con el propósito de que la «pascua cristiana, » celebrada por los católicos, coincidiera siempre en domingo, como una forma de preservar tradiciones de origen pagano.

El calendario gregoriano, es el sistema calendario actualmente adoptado oficialmente en la mayoría de los países. Fue llamado así por su promotor, el Papa Gregorio XIII, y reemplazó al calendario juliano en 1582, que había sido instaurado por Julio César en el año 45 a.C. La reforma gregoriana surgió como respuesta a una necesidad planteada en el Concilio de Trento: ajustar el calendario para eliminar el desfase acumulado desde el Concilio de Nicea en 325 d.C., cuando se había fijado el momento astral para la celebración de la Pascua y en relación con ella, otras festividades religiosas móviles. El propósito principal era regularizar el calendario litúrgico, lo cual requería introducir ciertas correcciones en el calendario civil. En esencia, el objetivo era sincronizar el calendario civil con el año trópico.

El catolicismo desarrolló su propio calendario para hacer coincidir la «pascua cristiana» o más específicamente, pascua católica, con el ciclo solar, en lugar del lunisolar, del cual se basa el calendario judío. Lo fundamental era que la celebración de la «pascua de resurrección» ocurriera un domingo, sin importar la fecha específica que Dios había establecido. De acuerdo con el calendario de Dios, o judío, el 14 de Nisán era el día en el que todo el pueblo de Israel debía observar la Pascua. Sin embargo, a inicios del siglo cuarto, existía una considerable confusión dentro del catolicismo respecto a cuándo debía celebrarse la «Pascua de Resurrección,» que celebra la resurrección de Jesús en lugar del día de su sacrificio. Surgieron varias líneas de pensamiento, cada una con cálculos diferentes. En el Concilio de Arlés de 314, se decretó que toda la cristiandad debería celebrar la Pascua el mismo día, y esta fecha sería determinada por el Papa. Cada año, el Papa en funciones establecería la fecha y enviaría epístolas con instrucciones a todas las iglesias del mundo católico.

Sin embargo, no todas las congregaciones aceptaron estas instrucciones, por lo que se vieron necesarias algunas correcciones. En el Concilio de Nicea de 325, se llegó finalmente a una solución. Este concilio estableció normas específicas para la celebración de la Pascua de Resurrección:

  1. Que la Pascua debía celebrarse en domingo.
  2. Que no debía coincidir nunca con la Pascua judía, que se celebraba en una fecha fija, independientemente del día de la semana, esto buscaba evitar paralelismos, o confusiones entre ambas religiones.
  3. Que los cristianos católicos no celebraran nunca la Pascua dos veces en el mismo año.

Este decreto muestra cómo el catolicismo contradijo abiertamente la fecha en que Dios estableció la fiesta de la Pascua y en particular, evitó conmemorar la muerte de Jesucristo, que fue su mandato expreso. En su lugar, se promovió la celebración de su resurrección, que no ocurrió un domingo, pero igual se estableció. De esta forma, la Iglesia Católica rechazó la observancia de la Pascua en la fecha establecida por Dios, favoreciendo una fecha adaptada al ciclo solar, y desobedeció la ordenanza fundamental establecida por Jesucristo.

La llamada «Pascua Católica o de Resurrección» representa, en realidad, una actitud clara y manifiesta de desobediencia a los mandamientos de Dios, la cual ha sido imitada por muchas comunidades evangélicas de diferentes denominaciones. Lo más preocupante es que muchos cristianos evangélicos desconocen el verdadero propósito de la pascua, pero consideran muy importante la celebración de lo que han llamado la Santa Cena, o cena del Señor, la cual ven como la cena de despedida, y un recordatorio a su sacrificio. Aun no logran asociar que tanto la pascua que los discípulos guardaron, como la ceremonia que la mayoría de las denominaciones cristianas celebran, es la misma ceremonia de la pascua qué los judíos celebraron por siglos y que Jesús modificó cuando se reunió con sus discípulos para tomar su última cena con ellos.

La importancia de la Pascua va más allá del contexto judío.

La Pascua no era simplemente una fiesta religiosa para los israelitas; representaba una fecha de profunda importancia para toda la nación de Israel en todos los aspectos. Para Jesús también tenía un valor único e histórico, ya que era el momento en el cual habría de sacrificarse para librar a la humanidad de las consecuencias del pecado. «Sabéis que dentro de dos días se celebra la pascua, y el Hijo del Hombre será entregado para ser crucificado.» (Mateo 26:2). Así, su sacrificio adquiere una relevancia especial en esta celebración, puesto que Jesucristo vino a ser el Cordero de Dios, el sacrificio perfecto para expiar los pecados del mundo. «… He aquí el Cordero de Dios, que quita el pecado del mundo.» (Juan 1:29). Su muerte tuvo lugar precisamente durante la Pascua.

Con su sacrificio, Jesucristo nos liberó de la esclavitud del pecado que nos oprimía. Así como los israelitas eran esclavos en Egipto, nosotros éramos esclavos del pecado, y fue necesario un Salvador que nos rescatara de la opresión del «príncipe de este mundo.» «y conoceréis la verdad, y la verdad os hará libres. Le respondieron: Linaje de Abraham somos, y jamás hemos sido esclavos de nadie. Cómo dices tú: ¿Seréis libres? Jesús les respondió: De cierto, de cierto os digo, que todo aquel que hace pecado, esclavo es del pecado.» (Juan 8:32-34).

Nuestra libertad y nuestra salvación llegaron a través de la sangre que Jesucristo derramó en la cruz del Calvario. Él fue el Cordero inmolado que, al entregar su vida, ofreció vida eterna a quienes creen y siguen sus mandamientos.

La libertad que disfrutamos hoy es un don inmerecido de Dios, y si vivimos bajo su soberanía y alejados del pecado, continuaremos siendo verdaderamente libres. Sin embargo, quien peca sigue siendo esclavo del pecado. «Estad pues, firmes en la libertad con que Cristo nos hizo libres, y no estéis otra vez sujetos al yugo de esclavitud.» (Gálatas 5:1). Con su sacrificio, Cristo reemplazó al cordero que era sacrificado cada Pascua, mostrando que su sacrificio no fue una mera coincidencia, sino un acto de propósito divino. Su muerte tenía el claro propósito de poner fin a los sacrificios y ofrendas de la ley mosaica, ya que la sangre de los toros y machos cabríos no podía quitar el pecado del pueblo, y era necesario un sacrificio superior.

El único sacrificio aceptable ante Dios fue la sangre preciosa de su Hijo unigénito. «Así también Cristo fue ofrecido una sola vez para llevar los pecados de muchos; y aparecerá por segunda vez, sin relación con el pecado, para salvar a los que le esperan.» (Hebreos 9:28). La Pascua era la fiesta más solemne en el pueblo de Israel, y nadie que estuviera contaminado podía participar de ella; también estaba prohibido, bajo pena de muerte, omitir su celebración. «Mas el que estuviere limpio, y no estuviere de viaje, si dejare de celebrar la pascua, la tal persona será cortada de entre su pueblo; por cuanto no ofreció a su tiempo la ofrenda de Jehová, el tal hombre llevará su pecado.» (Números 9:12-14).

La Pascua representa la liberación del pueblo de Israel de la esclavitud en Egipto. De igual forma, Jesucristo se ofreció a sí mismo como una ofrenda agradable ante Dios, para darnos libertad del pecado y de su consecuencia, la muerte eterna. Así, los sacrificios de corderos y machos cabríos fueron válidos únicamente hasta la muerte de nuestro Señor Jesucristo. Después de su sacrificio, no hubo necesidad de derramar más sangre de animales; aunque el pueblo de Israel continuó practicando sacrificios por un tiempo, esta costumbre desapareció eventualmente. Sin embargo, dos mil años más tarde hay algunos grupos que abogan por la reconstrucción de un tercer templo en Jerusalén, el cual servirá, según ellos, para que los judíos, se reconcilien con su creador a través de sacrificios de animales. Aunque este anhelo de algunos judíos y ciertos cristianos sea enorme, dicho esfuerzo es vacío.

Si desea conocer un poco más, respecto a este tema en específico, te invito a escuchar nuestro estudio titulado: ¿Se construirá un tercer templo en Jerusalén?

El escritor del libro de Hebreos explica que las ordenanzas, y los ritos realizados bajo la Ley tuvieron su propósito en el pasado, pero fueron abolidos con la llegada de Jesús. «ya que consiste sólo de comidas y bebidas, de diversas abluciones, y ordenanzas acerca de la carne, impuestas hasta el tiempo de reformar las cosas. Pero estando ya presente Cristo, sumo sacerdote de los bienes venideros, por el más amplio y más perfecto tabernáculo, no hecho de manos, es decir, no de esta creación, y no por sangre de machos cabríos ni de becerros, sino por su propia sangre, entró una vez para siempre en el Lugar Santísimo, habiendo obtenido eterna redención. Porque si la sangre de los toros y de los machos cabríos, y las cenizas de la becerra rociadas a los inmundos, santifican para la purificación de la carne, ¿cuánto más la sangre de Cristo, el cual mediante el Espíritu eterno se ofreció a sí mismo sin mancha a Dios, limpiará vuestras conciencias de obras muertas para que sirváis al Dios vivo?» (Hebreos 9:10-14).

La Pascua es la única celebración que cambió en su forma, ahora, en lugar de sacrificar animales y derramar su sangre sobre el altar, Jesús nos enseñó a «comer su carne y beber su sangre,» en clara referencia a la celebración de la Pascua. Con su muerte, Jesús modificó la manera de observar esta celebración, pero en ningún sentido la anuló. Esta conmemoración no es un acto opcional ni una práctica que obedezca a una denominación particular; Jesús no cambió ni la fecha, ni la periodicidad de esta celebración, sólo sus elementos. «Porque mi carne es verdadera comida, y mi sangre es verdadera bebida. El que come mi carne y bebe mi sangre, en mí permanece, y yo en él.» (Juan 6:55-56).

El día de la preparación es la clave para entender el sacrificio de Jesús.

Tradicionalmente, se enseña que Jesús murió el viernes por la tarde y resucitó en la madrugada del domingo. Sin embargo, esta creencia es incorrecta. Jesucristo murió durante el primer día de los panes sin levadura, conocido como el día de la preparación. La Cena de Pascua, o Séder de Pésaj, (Pésaj en hebreo significa «Pascua»).

Fue en este día cuando Jesús celebró su última Pascua, enseñando a sus discípulos cómo debían conmemorarla en el futuro. Durante ese «día de la preparación» ocurrieron los eventos finales en la vida de nuestro Señor, en este día, el cual comenzaba a las seis de la tarde, fue el momento cuando se estableció lo que hoy llamamos la Cena del Señor.

Esta cena donde Jesús compartió la mesa con sus discípulos y les dio instrucciones de que harían de allí en adelante. Entre sus acciones más significativas, se destaca el lavamiento de los pies de sus discípulos, un acto de humildad y servicio. Como se describe en Juan 13:4-6. «se levantó de la cena, se quitó su manto y, tomando una toalla, se la ciñó. Luego puso agua en un lebrillo y comenzó a lavar los pies de los discípulos y a enjugarlos con la toalla con que estaba ceñido

También anunció la traición que se avecinaba por parte de uno de los suyos, mostrando que estaba plenamente consciente de lo que le esperaba. Tal como se relata en Juan 13:21-26.

Después Jesús se retiró al huerto de Getsemaní para orar y prepararse para el sufrimiento que enfrentaría. Allí, en un momento de profunda angustia y entrega a la voluntad del Padre, se refugió en la oración. Según se describe en Lucas 22:39-46. Lucas añade que Jesús oró con tal intensidad que «su sudor era como grandes gotas de sangre,» un detalle que refleja la gran tensión emocional y espiritual de ese momento.

Fue en ese mismo lugar donde Jesús fue arrestado. Durante su captura, Pedro intentó defenderlo, pero Jesús lo detuvo, demostrando su completa aceptación del propósito divino. En Juan 18:10-11 se narra este momento decisivo: «Entonces Simón Pedro, que tenía una espada, la desenvainó, e hirió al siervo del sumo sacerdote, y le cortó la oreja derecha. Y el siervo se llamaba Malco. Jesús entonces dijo a Pedro: Mete tu espada en la vaina; la copa que el Padre me ha dado; ¿no la hé, de beber? «

Tras su captura, Jesús fue llevado primero ante el sumo sacerdote y luego, ante Pilato, el gobernador romano, quien finalmente lo entregaría para ser crucificado. En el diálogo con Pilato, queda evidente el desafío de comprender la verdadera identidad de Jesús como Rey y Salvador. Todo esto ocurrió durante la noche y la madrugada del día de preparación, para finalmente, ser juzgado, torturado y llevado al lugar de su crucifixión. Mateo 27:26-31 Relata cómo Jesús fue azotado, burlado y golpeado por los soldados romanos, quienes le colocaron una corona de espinas y un manto púrpura como forma de humillación.

«Entonces les soltó a Barrabás; y habiendo azotado a Jesús, le entregó para ser crucificado. Entonces los soldados del gobernador llevaron a Jesús al pretorio, y reunieron alrededor de él a toda la compañía; y desnudándole, le echaron encima un manto de escarlata, y pusieron sobre su cabeza una corona tejida de espinas, y una caña en su mano derecha; e hincando la rodilla delante de él, le escarnecían, diciendo: ¡Salve, Rey de los judíos!»

Durante la mañana como a la hora tercera u hora sexta dependiendo del evangelio que leamos, que serían entre las 9am y las 12 del mediodía, del día de la preparación, Jesús fue crucificado por parte de los soldados romanos. Juan 19:17-18 describe este momento. «Y él, cargando su cruz, salió al lugar llamado de la Calavera, y en hebreo, Gólgota; y allí le crucificaron, y con él a otros dos, uno a cada lado, y Jesús en medio.«

Todos estos eventos ocurrieron durante el «día de la preparación,» en cumplimiento de la profecía y como parte del sacrificio pascual. Como detalla Juan 19:31: «Entonces los judíos, por cuanto era la preparación de la pascua, a fin de que los cuerpos no quedasen en la cruz en el día de reposo (pues aquel día de reposo era de gran solemnidad), rogaron a Pilato que se les quebrasen las piernas, y fuesen quitados de allí.»

Las últimas 24 horas de vida de Jesucristo fueron las más difíciles, puesto que fueron la antesala de su sacrificio. Antes de que ese día terminara, Jesús murió en la cruz, precisamente en el día conocido como «la preparación,» cuando se sacrificaba el Cordero Pascual, el 14 de Nisán. Esto demuestra que su muerte durante el día de preparación estaba planificada y debía llevarse a cabo de la forma que sucedió, porque si Satanás y sus príncipes hubieran conocido el plan de Dios no lo hubieran crucificado, tal como lo declara la 1 Corintios 2:8, donde dice:

«Ninguno de los príncipes de este siglo entendió; porque si lo hubieran entendido, nunca habrían crucificado al Señor de gloria.»

No comprender el plan de Dios para nosotros, como cristianos, trae consigo derrota y dolor. Esto demuestra que si desconocemos cómo Dios opera, seremos simplemente arrastrados por los eventos sin comprender nada de lo que Él realiza. El día y la hora de la muerte de Jesucristo no ocurrieron por casualidad; Él debía sustituir al cordero pascual porque con su sangre, derramada en la cruz del Calvario, vino a liberarnos de la esclavitud del pecado y de sus consecuencias.

Para muchos en aquel tiempo, al igual que hoy, continuaron celebrando una fiesta que dejó de tener mérito, ya que ningún sacrificio animal puede ocupar el lugar del Cordero de Dios. El día de la preparación fue crucial, pues marcó la fecha de nuestra liberación y redención, y por eso mismo Cristo deseaba que lo recordáramos.

En tiempos de Jesús, el día de preparación de la Pascua (14 de Nisán) era un día crucial en las tradiciones judías, ya que marcaba los preparativos necesarios para la celebración de la Pascua, que comenzaba esa noche y continuaba durante los siguientes siete días en la Fiesta de los Panes sin Levadura.

En la tarde del 14 de Nisán, cada familia judía debía llevar un cordero al Templo para que fuera sacrificado. Según la tradición, el cordero debía ser un macho sin defecto de aproximadamente un año. Los sacerdotes realizaban el sacrificio, rociando su sangre en el altar. Este acto conmemoraba la primera Pascua en Egipto, cuando la sangre del cordero fue aplicada en los marcos de las puertas para proteger a los israelitas del ángel de la muerte.

Una vez sacrificado el cordero, era llevado de regreso a casa para ser asado. No podía ser hervido ni preparado de otra manera, sino únicamente asado al fuego. Junto con el cordero, se preparaban panes sin levadura (matzá) y hierbas amargas. Los panes sin levadura simbolizaban la pureza y la falta de corrupción, sin levadura o «pecado», mientras que las hierbas amargas recordaban la amargura de la esclavitud en Egipto.

Como la Pascua y la Fiesta de los Panes sin Levadura duraban siete días, se requería que las familias judías eliminaran toda levadura de sus casas antes de que comenzara la fiesta. Esto implicaba limpiar a fondo la casa para asegurarse de que no quedara rastro de productos leudados. Este acto simbolizaba la pureza y el apartarse de cualquier «impureza» o pecado. En el Nuevo Testamento, Jesús utiliza la levadura como un símbolo de las influencias corruptas de los líderes religiosos. En Mateo 16:6, advierte a sus discípulos: «Mirad, guardaos de la levadura de los fariseos y de los saduceos.» En este contexto, la «levadura» representa las enseñanzas y la hipocresía de estos grupos, que distorsionaban la verdadera intención de la Ley.

Durante la noche, que en el calendario judío ya contaba como el comienzo del 15 de Nisán, las familias se reunían para celebrar la cena de Pascua o Séder. En esta cena, se narraba la historia de la liberación de Egipto y se seguía un ritual con preguntas, respuestas y simbolismos, donde el cordero, los panes sin levadura y las hierbas amargas eran consumidos en un ambiente solemne y lleno de gratitud.

La Pascua era un momento espiritual y de reflexión para recordar la fidelidad de Dios y Su liberación del pueblo de Israel. Las familias dedicaban tiempo a la oración, y los textos de la Torá que relataban el éxodo y la salvación de Dios eran leídos o recitados. En el Nuevo Testamento, «salir de Egipto» toma un significado simbólico que representa la liberación del pecado y de la esclavitud espiritual para los creyentes. Al igual que el éxodo del pueblo de Israel fue una salida de la opresión y esclavitud física en Egipto hacia la libertad en la Tierra Prometida, en el Nuevo Testamento esta experiencia se usa como metáfora de la redención y la libertad espiritual que Jesucristo ofrece.

Así como los israelitas fueron rescatados de la opresión en Egipto, los creyentes en Cristo son liberados del poder del pecado. Pablo explica esta liberación en Romanos 6:17-18, donde se refiere a la conversión en Cristo como una «salida» de la esclavitud del pecado. «Pero gracias a Dios, que aunque erais esclavos del pecado, habéis obedecido de corazón a aquella forma de doctrina a la cual fuisteis entregados; y libertados del pecado, vinisteis a ser siervos de la justicia

La Pascua o Pésaj, era una de las fiestas mayores o solemnes dentro de las festividades judías. Un dato importante es que estas festividades también se llamaban «sábados,» o «días de reposo,» o sábados solemnes, de modo que Jesucristo fue sepultado en la víspera de «un sábado de gran solemnidad,» como lo dice Juan 19:31: «…pues aquel día de reposo era de gran solemnidad.» Sin embargo, la fiesta no terminaba el 14 de Nisán, sino que continuaba al día siguiente, es decir, el 15 de Nisán, tal como lo establecía la costumbre judía. «Pero en el mes primero, a los catorce días del mes, será la pascua de Jehová. Y a los quince días de este mes, la fiesta solemne; por siete días se comerán panes sin levadura. El primer día será santa convocación; ninguna obra de siervos haréis. » (Números 28:16-18).

La Pascua también era conocida como la «fiesta de los panes sin levadura,» y el día previo a su celebración se le llamaba «el día de la preparación.» Esta celebración duraba una semana y puede resumirse de la siguiente manera:

Día de la preparación (14 de Nisán): El día en que se sacrificaba el cordero pascual.

Cena de Pascua (15 de Nisán): Primera cena de la festividad.

Primer día de la Fiesta de los Panes sin Levadura (16 de Nisán): Día de descanso especial.

Los siguientes cinco días: Se consumían panes sin levadura y hierbas amargas.

Séptimo día de la Fiesta de los Panes sin Levadura (21 de Nisán): Día de santa convocación, otro día de reposo.

Jesús no tomó la Pascua… El fue la Pascua

En el «día de la preparación» era cuando se sacrificaba el cordero pascual para la cena del día siguiente. «El primer día de la fiesta de los panes sin levadura, cuando sacrificaban el cordero de la pascua, sus discípulos le dijeron: ¿Dónde quieres que vayamos a preparar para que comas la pascua?» (Marcos 14:12).

Es importante señalar que Jesús nunca tomó la Pascua que sus discípulos prepararon, porque Jesús mismo era la Pascua que sería sacrificada. Los cristianos del nuevo testamento celebraban la pascua tal como Jesús les enseñó, aunque al momento de celebrarla, algunos no lograban entender plenamente su significado, por eso Pablo les recordaba que debemos acercarnos a Dios con un corazón puro, y un pleno entendimiento de su significado. «¿No sabéis que un poco de levadura leuda toda la masa? Limpiaos, pues, de la vieja levadura, para que seáis nueva masa, sin levadura como sois; porque nuestra Pascua, que es Cristo, ya fue sacrificada por nosotros. Así que celebremos la fiesta, no con la vieja levadura, ni con la levadura de malicia y de maldad, sino con panes sin levadura, de sinceridad y de verdad. (1 Corintios 5: 6-8).

Pablo dice claramente que la pascua qué es Cristo ya fue sacrificada por nosotros, y que celebremos esa fiesta sin malicia ni maldad. Así, la Pascua no sólo simboliza un evento histórico de liberación para Israel, sino que en Cristo, representa la redención definitiva del pecado y la victoria sobre la muerte para toda la humanidad. Los discípulos no solo celebraban la pascua en la fecha que corresponde, sino que hacían uso de los elementos, pan y vino, para llevarla a cabo.

Pablo expresa claramente que Jesús fue la Pascua, es decir, el Cordero sacrificado en esa celebración que ellos guardaban. La última cena, conocida también como «la Santa Cena,» fue en realidad la última Pascua bajo el periodo de la Ley que los discípulos celebrarían de esa manera, puesto que esa ceremonia usaría los nuevos elementos para su celebración: el pan y el vino. «Este es el pan que desciende del cielo, para que el que de él come, no muera. Yo soy el pan vivo que descendió del cielo; si alguno comiere de este pan, vivirá para siempre; y el pan que yo daré es mi carne, la cual yo daré por la vida del mundo. Entonces los judíos contendían entre sí, diciendo: ¿Cómo puede éste darnos a comer su carne? Jesús les dijo: De cierto, de cierto os digo: Si no coméis la carne del Hijo del Hombre, y bebéis su sangre, no tenéis vida en vosotros. El que come mi carne y bebe mi sangre, tiene vida eterna; y yo le resucitaré en el día postrero.» (Juan 6: 50-54).

Es fundamental comprender el verdadero significado de «la nueva pascua,» ya que Jesús estableció dicha celebración en sustitución de la antigua manera, que era sacrificando un cordero. Siendo esta fecha conmemorativa del sacrificio de Jesús, vino a establecerse como la nueva pascua, o lo que actualmente conocemos como la cena del Señor. Pablo entendió eso, y declaró que Jesús fue nuestra pascua por lo cual nunca dejó de celebrarla. Sin embargo, sólo existe una referencia bíblica que menciona explícitamente esa reunión, como la cena del Señor, aunque en realidad, lo que estaban celebrando era la Nueva Pascua. 1 Corintios 11, versículos del 20 al 22 dicen. “Cuando pues, os reunís vosotros, esto no es comer la cena del Señor. Porque al comer, cada uno se adelanta a tomar su propia cena; y uno tiene hambre, y otro se embriaga. Pues qué, ¿no tenéis casas en que comáis y bebáis? ¿O menospreciáis la iglesia de Dios, y avergonzáis a los que no tienen nada? ¿Qué os diré? ¿Os alabaré? En esto no os alabo”.

Pablo estaba reprendiendo a los Corintios porque ellos continuaban celebrando la pascua de la manera antigua, es decir, ellos preparaban la Pascua como siempre lo hicieron, mataban un cordero, en la cena lo comían, y bebían vino como siempre. Aún no habían entendido el verdadero significado de la nueva pascua. En realidad, cuando Pablo mencionaba la cena del Señor, hacía referencia a la Nueva Pascua, tratando de diferenciarla de la celebración que ellos habían guardado por siglos, ya que existía una diferencia muy marcada.

El 14 de Nisán, da inicio a la Pascua, y debemos celebrarla hasta que el Señor Jesucristo regrese, y no en fechas al azar. Para conocer esta fecha exacta, basta con consultar un calendario hebreo-gregoriano. «Porque os digo que no la comeré más, hasta que se cumpla en el reino de Dios. Y habiendo tomado la copa, dio gracias, y dijo: Tomad esto, y repartidlo entre vosotros; porque os digo que no beberé más del fruto de la vid, hasta que el reino de Dios venga. Y tomó el pan y dio gracias, y lo partió y les dio, diciendo: Esto es mi cuerpo, que por vosotros es dado; haced esto en memoria de mí. De igual manera, después que hubo cenado, tomó la copa, diciendo: Esta copa es el nuevo pacto en mi sangre, que por vosotros se derrama.» (Lucas 22:16-20).

¿En qué día murió y resucitó Jesús?

Después de la muerte de Jesús, las mujeres llegaron a su tumba temprano el primer día de la semana (domingo), antes del amanecer. Esto sugiere que esperaron hasta que terminara el «sábado de gran solemnidad,» que abarcaba una serie de días especiales. Ellas querían preparar el cuerpo de Jesús adecuadamente, ya que no habían tenido el tiempo necesario para hacerlo antes de su entierro. «El primer día de la semana, María Magdalena fue de mañana, siendo aún oscuro, al sepulcro; y vio quitada la piedra del sepulcro.» (Juan 20:1).

Al juntar estos detalles, podemos concluir que los judíos observaron un «fin de semana largo» de reposo, descansando el 15, 16 y 17 de Nisán que fue un sábado semanal. Esto confirma lo que Jesús había profetizado respecto a su tiempo en la tumba: «Porque como estuvo Jonás en el vientre del gran pez tres días y tres noches, así estará el Hijo del Hombre en el corazón de la tierra tres días y tres noches.» (Mateo 12:40).

Este cumplimiento de tres días y tres noches reafirma el tiempo profetizado en el que Jesús permanecería en el sepulcro antes de resucitar, cumpliendo así el propósito divino y las Escrituras. Aún me cuesta entender cómo la gran mayoría de los cristianos evangélicos dudan que Jesús estuviera en la sepultura tres días y tres noches, cuando él mismo lo afirmó tan claramente. Para muchos, Jesús murió un viernes y resucitó el domingo, sin considerar que desde el viernes por la tarde hasta el domingo por la mañana sólo hay 36 horas, y no las 72 horas que Jesús dijo que estaría. Si aplicamos un poco de matemática básica, veremos que, de haber sido sepultado un viernes a las 6 p.m., su resurrección habría ocurrido el lunes a las 6 p.m. (72 horas después), y las mujeres habrían llegado al sepulcro la madrugada del martes, lo cual no coincide con los relatos bíblicos.

Así que Jesús no murió un viernes, sino un miércoles, y tampoco resucitó el domingo por la mañana, sino el sábado por la tarde, alrededor de las 6 p.m. Si confiamos en las palabras de Jesús, podemos asegurar que él estuvo 72 horas en el sepulcro. Jesús enfatizó que estaría «en el corazón de la tierra» el mismo tiempo que Jonás estuvo en el vientre del pez, es decir, tres días y tres noches, ni más ni menos. Los días comenzaban al atardecer, no a medianoche. La noche tenía cuatro vigilias de tres horas cada una comenzando a las 6:00 p.m. y terminaban a las 6:00 a.m., el día se dividía en 12 horas que variaban de duración según la época del año.

¿Por qué es importante recalcar esto?

Porque precisamente aquí radica la confusión de millones de personas. Muchos dudan que Jesús haya estado ese período completo en la tumba y asumen que la resurrección ocurrió un domingo en la madrugada, alimentando una de las tradiciones más arraigadas en el cristianismo actual. Otros le restan importancia porque desconocen su significado al igual que los Corintios.

¿Como debemos los cristianos celebrar la nueva pascua?

Ahora esa celebración suele hacerse con jugo de uvas y pan con levadura, en cualquier día y hora que el pastor decida, de una manera similar a como los papas establecían la fecha de la Pascua en tiempos pasados. Incluso la frecuencia de la celebración de la Santa Cena varía entre denominaciones. Algunas iglesias la celebran semanalmente, otras mensualmente, y algunas en ocasiones especiales, como el Viernes Santo o Pascua.

En muchas iglesias se utiliza pan sin levadura, otros usan pan con levadura. Unos usan vino y otro jugo de uvas. Algunas denominaciones, como las evangélicas, prefieren el jugo de uvas en lugar del vino. Sin embargo, la orden es clara: debemos usar pan sin levadura, y vino. Y hacerlo en el día de la pascua, o 15 de Nisán.

Semana Santa es una tradición religiosa que nosotros los cristianos evangélicos no debemos observar, sino que debemos comenzar a celebrar la Nueva Pascua, tal como Jesús la instituyó y como la Escritura claramente nos manda guardar. Sin embargo, muchos cristianos interpretan esta práctica como una forma de judaizar, sin advertir que para recibir las promesas, siendo gentiles Dios nos ha injertado en el olivo, que es Israel.

A pesar de que las promesas fueron hechas únicamente al pueblo de Israel, nosotros como gentiles hemos sido alcanzados por la misericordia de Dios, por lo tanto, debemos guardar las ordenanzas de Jesús, no la ley de Moisés, «Sabiendo que el hombre no es justificado por las obras de la ley, sino por la fe de Jesucristo, nosotros también hemos creído en Jesucristo, para ser justificados por la fe de Cristo y no por las obras de la ley; por cuanto por las obras de la ley nadie será justificadoGálatas 2:16.”

Aunque no hayamos nacido de padres israelitas, al creer en el Hijo unigénito de Dios, somos adoptados en la familia espiritual de Israel. A través de la fe, hemos sido «injertados» en el olivo verdadero, como lo menciona Romanos 11:11-21.

«Digo, pues: ¿Han tropezado los de Israel para que cayesen? En ninguna manera; pero por su transgresión vino la salvación a los gentiles, para provocarles a celos. Y si su transgresión es la riqueza del mundo, y su defección la riqueza de los gentiles, ¿cuánto más su plena restauración? Porque a vosotros hablo, gentiles. Por cuanto yo soy apóstol a los gentiles, honro mi ministerio, por si en alguna manera pueda provocar a celos a los de mi sangre, y hacer salvos a algunos de ellos. Porque si su exclusión es la reconciliación del mundo, ¿qué será su admisión, sino vida de entre los muertos? Si las primicias son santas, también lo es la masa restante; y si la raíz es santa, también lo son las ramas.

Pues si algunas de las ramas fueron desgajadas, y tú, siendo olivo silvestre, has sido injertado en lugar de ellas y has sido hecho participante de la raíz y de la rica savia del olivo, no te jactes contra las ramas; y si te jactas, sabe que no sustentas tú a la raíz, sino la raíz a ti. Pues las ramas, dirás, fueron desgajadas para que yo fuese injertado. Bien; por su incredulidad fueron desgajadas, pero tú por la fe estás en pie. No te ensoberbezcas, sino teme. Porque si Dios no perdonó a las ramas naturales, a ti tampoco te perdonará

La nueva pascua es para la iglesia de Jesucristo

Cuando Jesucristo dijo: «haced esto en memoria de mí,» muchos lo interpretan como «háganlo cuando quieran»; sin embargo, Jesús simplemente cambió los elementos de la Pascua, no la fecha de su celebración. De haber querido cambiar la fecha, habría realizado la celebración en cualquier otro día, pero eligió el «día de la preparación,» que era precisamente parte de la Pascua. Este detalle enfatiza que los dos «nuevos» elementos para la «nueva Pascua» son literalmente el pan y el vino. Es importante señalarlo, ya que algunos tergiversan las Escrituras e intentan darle un significado simbólico que no existe, insinuando que el vino no era realmente vino, sino jugo de uvas, bajo el argumento de que «beber vino es pecado.» Sin embargo, a lo largo de las Escrituras y en los pueblos de Oriente Medio, entre ellos Israel, el consumo de vino es una tradición milenaria.

Como confirmación de esto, encontramos en la primera epístola a Timoteo la recomendación de Pablo a su discípulo. «No bebas agua, sino usa de un poco de vino por causa de tu estómago y de tus frecuentes enfermedades.» (1 Timoteo 5: 23).

La nueva pascua, entonces, es una celebración solemne que no se reduce a un acto simbólico; es una comunión espiritual con Cristo, quien dio su vida por la humanidad. Celebrarla correctamente nos ayuda a recordar el sacrificio de Jesús, y nos invita a comer su carne y beber su sangre para que tengamos vida eterna. Si no comemos el pan y no bebemos el vino, no podemos vivir eternamente. Simple.

Existen numerosos versículos que muestran, sin lugar a dudas, que el vino era una parte esencial de las costumbres del pueblo de Israel. Durante el tiempo de Jesús, el vino era una bebida fundamental en la cultura judía y en todo el Mediterráneo. Su consumo formaba parte de las comidas cotidianas y también tenía un lugar especial en celebraciones y rituales religiosos, como la Pascua. El vino era generalmente mezclado con agua para reducir su intensidad alcohólica y purificar el agua que, en esa época, podía contener impurezas.

Este vino no era el jugo de uva sin fermentar, como algunos podrían pensar hoy, sino un vino fermentado con bajo contenido de alcohol en comparación con los vinos actuales. La fermentación lo hacía seguro de beber y lo preservaba por largos períodos. De hecho, si no está fermentado, no se puede llamar vino. En ocasiones especiales y festivas, como bodas y otras celebraciones importantes, se servía el mejor vino y como parte de las costumbres, se valoraba su calidad y su preparación. Esta bebida no sólo era consumida diariamente, sino que se tomaba en grandes cantidades en ocasiones especiales, como en las bodas de Caná, donde Jesús realizó su primer milagro al convertir el agua en vino.

No debemos escandalizarnos por tomar un poco de vino en la celebración de la Santa Cena o Pascua, ya que al mismo Señor Jesucristo le agradaba el vino. «Vino el Hijo del Hombre, que come y bebe, y dicen: He aquí un hombre comilón, y bebedor de vino, amigo de publicanos y de pecadores. Pero la sabiduría es justificada por sus hijosMateo 11:19.

En ningún momento estoy sugiriendo que nos embriaguemos, sino que, en esta celebración, utilicemos los elementos que Jesús ordenó. De lo contrario, estaríamos en desobediencia directa a sus mandamientos. Aunque personalmente no me gusta el vino, durante esta ceremonia debo ser obediente y tomarlo, tal como nos lo pidió nuestro Señor. De modo que no seamos tan estrictos o «espirituales» como para olvidar que Jesús vivió en nuestra realidad humana y que comprendía claramente la diferencia entre el vino, y un simple jugo de uvas.

El pan sin levadura, también conocido como matzá en hebreo, es un pan plano hecho únicamente con harina y agua, sin ningún tipo de levadura o agente fermentador. En la época de Jesús, este pan era comúnmente consumido durante la Pascua, en cumplimiento de las tradiciones judías que conmemoran la salida apresurada de Egipto. Según el relato bíblico, los israelitas no tuvieron tiempo para permitir que su pan fermentara, y así, el pan sin levadura se convirtió en símbolo de pureza y liberación.

Este tipo de pan es delgado y crujiente, diferente de los panes esponjosos. Su preparación es simple, y al no llevar levadura, también simboliza la eliminación de la corrupción o del «pecado» en el contexto espiritual judío. Durante la Pascua, el pan sin levadura era el único permitido, y esta costumbre se mantenía fielmente.

Jesús empleó pan sin levadura durante la Última Pascua, o como la mayoría ha denominado la cena del Señor o Santa Cena. O también como le llama la religión católica: la Eucaristía, donde el pan simboliza su cuerpo ofrecido en sacrificio y el vino su sangre.

Es momento, hermanos, de regresar a la sencillez del evangelio, siguiendo el ejemplo de los discípulos de Jesucristo. Esto significa observar la Nueva Pascua o Cena del Señor, en la fecha que él ha determinado, en conformidad con sus mandamientos. Si no estamos celebrando la Nueva Pascua tal como Jesucristo la instituyó, es tiempo que comencemos porque «Jesús les dijo: De cierto, de cierto os digo: Si no coméis la carne del Hijo del Hombre, y bebéis su sangre, no tenéis vida en vosotros”. Juan 6:53. ¿Quieres tener vida eterna? Pues entonces, haz lo que Jesús enseñó.

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