El concepto de la «Gran Cosecha de almas» no es nuevo en el cristianismo, pero ha tenido diferentes énfasis y expresiones a lo largo de la historia de la iglesia. Este concepto se ha basado principalmente en la interpretación de ciertos pasajes bíblicos, pero su popularización en las formas que conocemos hoy proviene de movimientos religiosos más recientes, particularmente a partir del siglo XVIII y XIX, con un fuerte impulso en el siglo XX.
El concepto de la «cosecha» de almas tiene sus raíces en las enseñanzas de Jesús, quien utilizó metáforas agrícolas para describir el trabajo de evangelización y el tiempo del juicio. Versículos como Mateo 9:37-38, donde Jesús dice: “La mies es mucha, pero los obreros son pocos”, y otros como la parábola del trigo y la cizaña, (Mateo 13:24-30), son bases para esta enseñanza. Sin embargo, en la iglesia primitiva, el enfoque era más sobre la expansión del evangelio y la salvación de los individuos sin un énfasis explícito en una «gran cosecha final».
Durante los avivamientos evangélicos de los siglos XVIII y XIX, el concepto de una gran cosecha de almas tomó forma de una manera más estructurada. Predicadores como John Wesley y George Whitefield, líderes del Gran Avivamiento en Gran Bretaña y Estados Unidos, destacaron la necesidad de un arrepentimiento masivo y una respuesta a la predicación del evangelio. Aunque no hablaron directamente de una «gran cosecha» en el sentido apocalíptico, su énfasis en la conversión masiva y la salvación de almas sentó las bases para los movimientos evangelísticos posteriores.
En el siglo XIX, durante el Segundo Gran Despertar en los Estados Unidos, predicadores como Charles Finney promovieron campañas de evangelización masiva. Finney, en particular, introdujo métodos para atraer a grandes números de personas a la conversión, como el uso de reuniones de avivamiento y el «altar de los pecadores». Este movimiento enfatizó la idea de que era posible y deseable un gran número de conversiones en un corto período, un precursor de la idea moderna de la gran cosecha de almas.
El siglo XX, especialmente a partir del surgimiento del movimiento pentecostal en 1906 con el Avivamiento de la Calle Azusa en Los Ángeles, vio una nueva interpretación de la gran cosecha de almas. Los pentecostales creían en la cercanía del regreso de Cristo y en el poder del Espíritu Santo para traer un avivamiento mundial antes de ese evento. Para ellos, la gran cosecha de almas era un signo de los «últimos días», donde el Espíritu Santo se derramaría de manera especial para atraer a multitudes hacia la salvación.
En la mitad del siglo XX, evangelistas como Oral Roberts y Billy Graham llevaron la idea de la cosecha de almas a audiencias masivas. Billy Graham, a través de sus cruzadas evangelísticas, enfatizaba la importancia de una respuesta inmediata al llamado de Cristo, mientras que Roberts y otros dentro del movimiento carismático predicaban sobre la llegada de un avivamiento global que traería a millones a la fe.
Durante los años 80, en Estados Unidos, se popularizó el término “década de la cosecha”, especialmente entre grupos evangélicos y carismáticos. Esto fue un esfuerzo organizado para alcanzar el mayor número posible de conversiones antes del cambio de milenio, impulsado por organizaciones como Campus Crusade for Christ, hoy Cru, y otros ministerios de evangelización masiva.
En la misma época, el concepto de la gran cosecha de almas fue promovido por televangelistas y líderes de megaiglesias como Pat Robertson, Kenneth Copeland y, más tarde, otros como T.D. Jakes y Joel Osteen. Estos líderes, con sus mensajes de prosperidad y avivamiento, hablaban de una gran cosecha de almas como una oportunidad para que millones se volvieran a Cristo antes del fin de los tiempos.
¿Quiénes Predican Sobre la Gran Cosecha de Almas?
Pentecostales y Carismáticos han sido los más entusiastas en promover la idea de una gran cosecha de almas. Creen que el Espíritu Santo está obrando de manera especial en estos tiempos para atraer a muchos a la fe antes del regreso de Jesús. La predicación sobre la gran cosecha también ha sido común entre líderes de iglesias grandes y evangelistas televisivos, quienes ven sus ministerios como instrumentos para cumplir este propósito global.
Para los Bautistas y Evangélicos Tradicionales, su enfoque puede ser menos carismático, pero también promueven la idea de que la iglesia debe trabajar para alcanzar a la mayor cantidad posible de personas antes del fin de los tiempos.
Las enseñanzas sobre la gran cosecha suelen basarse en versículos bíblicos como Mateo 9:37-38, donde Jesús dice: “La mies es mucha, más los obreros son pocos. Rogad, pues, al Señor de la mies, que envíe obreros a su mies”. También se cita Apocalipsis 14:15, donde un ángel declara que la mies de la tierra está madura y que es tiempo de la siega.
La idea de la gran cosecha de almas motiva a las iglesias evangélicas a dedicarse a la evangelización activa, tanto en su entorno local como a través de esfuerzos misioneros en otras partes del mundo. Se ve como una responsabilidad de cada creyente participar en la proclamación del evangelio para preparar la cosecha final. Para muchas de estas congregaciones, la gran cosecha está ligada a la expectativa de un gran avivamiento mundial, donde millones de personas se convertirán al cristianismo. Este avivamiento es visto como un tiempo especial en el que el Espíritu Santo actuará de manera extraordinaria, tocando los corazones de muchas personas.
La gran cosecha de almas también se asocia con la idea de que el tiempo es limitado antes del regreso de Jesús. Se predica que el momento para salvar almas es ahora, antes de que llegue el fin del mundo y el juicio de Dios, lo que añade un sentido de urgencia a las actividades de evangelización.
La «gran cosecha de almas» es una creencia arraigada en muchas iglesias evangélicas, especialmente aquellas que enfatizan el evangelismo y el avivamiento espiritual. Ven este concepto como una oportunidad y un mandato para trabajar arduamente en la expansión del evangelio antes del regreso de Jesucristo. Aunque hay variaciones en la interpretación y el enfoque, la mayoría de estas iglesias coinciden en que Dios desea que el mensaje de salvación alcance a muchas personas antes de que llegue el tiempo final.
La década de la cosecha marcó el comienzo del concepto de megaiglesias.
La «Década de la Cosecha» fue una iniciativa evangelística que se llevó a cabo principalmente durante los años 1980 y principios de los 1990, con el objetivo de promover la evangelización masiva y el crecimiento de la iglesia cristiana a nivel global. Fue impulsada por varias organizaciones evangélicas y carismáticas, que se unieron bajo el objetivo común de alcanzar la mayor cantidad de personas con el mensaje del evangelio antes del cambio de milenio, con la expectativa de que estos esfuerzos contribuirían a un gran avivamiento espiritual y una respuesta global a la fe cristiana.
Uno de los objetivos de la «Década de la Cosecha» fue la evangelización mundial. Los líderes que apoyaban esta iniciativa creían que era posible llegar a todos los rincones del mundo con el evangelio, movilizando a cristianos de diferentes denominaciones para compartir su fe de manera proactiva. Se buscaba alcanzar a personas no solo a nivel local, sino también en lugares menos accesibles y con poca presencia cristiana.
Las iglesias y organizaciones cristianas que participaron en la «Década de la Cosecha» colaboraron para movilizar recursos humanos y financieros para esta meta. Esto incluyó la organización de campañas de evangelización masiva, la distribución de literatura cristiana, la creación de programas de radio y televisión, y la formación de misioneros para ser enviados a diferentes partes del mundo. Se establecieron redes internacionales de iglesias y ministerios para coordinar los esfuerzos de evangelización. Esto permitió una mayor colaboración entre congregaciones de diferentes denominaciones, como bautistas, pentecostales, carismáticos y otras iglesias evangélicas. La idea era que, al trabajar juntos, se podría alcanzar un impacto más significativo en la misión de predicar el evangelio a todas las naciones.
Varios líderes y organizaciones fueron fundamentales para impulsar la «Década de la Cosecha», algunos de los cuales ya tenían una gran influencia en el ámbito del evangelismo mundial, tales como: Campus Crusade for Christ (Cru), organización fundada por Bill Bright, fue una de las organizaciones más activas durante la «Década de la Cosecha». Cru organizó eventos masivos y distribuyó materiales evangelísticos, como el famoso libreto: «Las Cuatro Leyes Espirituales», con el objetivo de llegar a millones de personas.
Otro fue Lausanne Movement. Este movimiento, que comenzó con el Congreso de Evangelización Mundial en Lausana, Suiza, en 1974, continuó su énfasis en la evangelización global durante la «Década de la Cosecha». El Movimiento de Lausana buscaba unir a cristianos de diferentes trasfondos para colaborar en la misión de llevar el evangelio a todos los pueblos y naciones. La organización de Billy Graham Evangelistic Association, fundada por Billy Graham, uno de los evangelistas más influyentes del siglo XX, también apoyó la visión de la «Década de la Cosecha». Sus cruzadas y campañas de evangelización fueron una parte importante del esfuerzo de alcanzar a millones de personas con el mensaje cristiano.
Otros tele-evangelistas como Pat Robertson, Oral Roberts y otros predicadores de televisión vieron en la «Década de la Cosecha» una oportunidad para expandir su alcance, utilizando los medios de comunicación masiva para transmitir el evangelio a una audiencia global. Durante esta época, el enfoque fue el crecimiento de las congregaciones a través de la adopción de estrategias modernas para el crecimiento de las iglesias, algunas de las cuales incluyeron:
Las campañas de crecimiento de iglesia. Las megaiglesias comenzaron a emerger durante este período, promoviendo métodos más modernos y organizados para atraer nuevos miembros, como servicios atractivos, música contemporánea y eventos comunitarios. Se trataba de hacer que la experiencia de la iglesia fuera más accesible y relevante para la sociedad contemporánea.
El enfoque, o parte de la misión de la «Década de la Cosecha», era llegar a «pueblos no alcanzados» o grupos étnicos que nunca habían sido expuestos al cristianismo. Se realizaron esfuerzos significativos para enviar misioneros y plantar iglesias en regiones donde la presencia cristiana era mínima o inexistente. También se hizo énfasis en la oración y el ayuno, por lo cual muchos líderes de la «Década de la Cosecha» enfatizaron la necesidad de la oración y el ayuno como medios para preparar espiritualmente a la iglesia y para abrir caminos para la evangelización. Creían que la oración podía preparar el terreno espiritual para que la gente estuviera más receptiva al mensaje del evangelio.
Como resultado general de la «Década de la Cosecha», se puede decir que fue exitosa en términos de crecimiento numérico de iglesias evangélicas en muchas regiones del mundo, especialmente en América Latina, África y partes de Asia. El cristianismo evangélico creció de manera significativa, y muchas congregaciones se hicieron más grandes y visibles. A pesar del entusiasmo y los esfuerzos realizados, la «Década de la Cosecha» también enfrentó desafíos y críticas. Algunos señalaron que el énfasis en el crecimiento numérico podía llevar a un enfoque superficial, donde la cantidad de conversiones se priorizaba sobre la profundidad del discipulado. Otros criticaron que la predicación a menudo era más pragmática que teológicamente profunda, lo que resultó en una falta de formación sólida en los nuevos conversos.
Aunque el esfuerzo específico de la «Década de la Cosecha» terminó en los años 90, su impacto se ha mantenido. La idea de evangelizar a gran escala y de utilizar medios modernos para difundir el mensaje cristiano sigue siendo una característica distintiva de muchos ministerios evangélicos y carismáticos hoy en día. Además, este período contribuyó al desarrollo de muchas de las megaiglesias y redes de evangelización que han seguido creciendo en las últimas décadas.
Muchas de estas iglesias lograron atraer a cientos, e incluso miles de miembros, que comenzaron a reunirse en centros comerciales, restaurantes, centros de convenciones e incluso estadios. Aquellos predicadores que no se adaptaron a este nuevo enfoque de evangelización quedaron rezagados, y sus congregaciones terminaron divididas o, en algunos casos, desaparecieron por completo.
Este fenómeno provocó que los miembros de las pequeñas congregaciones migraran hacia las «grandes iglesias», lo que generó un masivo traslado de fieles desde las comunidades más pequeñas hacia las más grandes.
Los cultos se transformaron en eventos de entretenimiento que incorporaban las últimas tecnologías, como equipos de sonido más potentes, luces y proyectores. El estilo de la música cambió drásticamente, adoptando ritmos del mundo para alabar a Dios; algunas congregaciones incluso bailaban al son del rock, la bachata o la cumbia. Muchas iglesias añadieron asientos reclinables y alfombras para que sus miembros se sintieran más cómodos.
Según sus líderes, esta era la tan esperada cosecha de almas que habían anhelado durante tanto tiempo.
Aunque hoy en día se habla menos de la gran cosecha que en los años 80, muchos de sus miembros aún desean participar en ella de alguna manera. Dedican tiempo a proclamar la palabra de Dios en parques o en las calles, con la intención de alcanzar almas para Cristo y, al mismo tiempo, aumentar la membresía de sus iglesias.
Algunos cristianos dedican una parte de su vida a ser misioneros, especialmente en países pobres, donde enseñan a los nuevos creyentes que el evangelio es la solución a sus problemas económicos y a sus necesidades de salud.
Lamentablemente, muchos cristianos se desaniman de asistir a las diferentes congregaciones por diversas razones. Una de las principales es que, a pesar de cumplir diligentemente con el pago de sus diezmos, ofrendas e incluso promesas, su situación económica o de salud permanece igual.
Así, al igual que miles de personas confiesan a Jesús como el salvador de sus vidas, muchos otros dejan de congregarse o simplemente se trasladan a otras iglesias, decepcionados por no encontrar en sus congregaciones el refugio y las respuestas a sus necesidades.
Sin embargo, la cosecha de almas anunciada por los predicadores es muy diferente a lo que la palabra de Dios enseña. En este estudio, analizaremos a qué se refería Jesús cuando habló sobre la cosecha. En resumen, la gran cosecha no está relacionada con las “conversiones” de nuevos creyentes, sino con el tiempo del fin.
Una cosecha no depende del volumen de la siega, sino del momento adecuado para realizarla.
Para comprender mejor este tema, es útil observar lo que ocurre en la naturaleza. Pensemos, por ejemplo, en un agricultor que se dedica al cultivo del maíz. Este agricultor puede disponer de un campo de gran extensión, lo que le permite sembrar y producir una cosecha abundante que le proporciona grandes beneficios económicos. En contraste, un pequeño agricultor, con menos recursos, puede tener un terreno más reducido, que le brinda solo lo necesario para cubrir sus necesidades básicas.
Ambos agricultores, a pesar de sus diferencias en tamaño de cultivo, dependen de las mismas condiciones: esperan la llegada de la temporada de lluvias para poder sembrar y luego se preocupan por el proceso de germinación, el crecimiento de las plantas y, finalmente, la madurez del fruto. Una vez que el maíz ha alcanzado su punto óptimo, ambos agricultores, casi al mismo tiempo, inician la recolección de lo que sembraron meses atrás.
Sin embargo, en ambos casos, la cosecha no depende tanto del tamaño del campo, sino del tiempo de maduración del fruto. El proceso es similar: el éxito de la cosecha está determinado por el momento adecuado para recogerla, no por la extensión del terreno cultivado. La tierra, grande o pequeña, requiere un cuidado constante para asegurar que la cosecha sea saludable y abundante, independientemente de su tamaño.
Los agricultores se esfuerzan en mantener sus cultivos en buenas condiciones, asegurándose de que las plantas crezcan fuertes y saludables. Esto implica eliminar la maleza, retirar las rocas y cualquier otro obstáculo que pueda impedir que la semilla germine y se desarrolle adecuadamente. Su objetivo es que el campo produzca un buen fruto, que sea aprovechable y de calidad.
Esta tarea requiere la dedicación de obreros experimentados, que conocen bien su trabajo y dedican tiempo y esfuerzo al cuidado de la plantación, actuando como guardianes del terreno que pertenece al propietario. Cuanto más grande sea el campo, mayor será la necesidad de trabajadores para mantenerlo en óptimas condiciones. Sin embargo, incluso con mucho cuidado, siempre hay malezas que son difíciles de eliminar por completo. Es por eso que, al llegar el tiempo de la cosecha, esas malezas son finalmente arrancadas, aprovechadas como forraje para animales o simplemente quemadas para no afectar el resto de la producción.
Esto es precisamente lo que ocurrirá cuando el campo de cultivo de Dios esté preparado. No dependerá del tamaño del terreno, es decir, de la cantidad de personas que haya en cada congregación en ese momento. Lo que realmente importa es el momento en que la cosecha esté lista para ser recogida, y ese momento no es determinado por el hombre, sino por Dios.
Por esta razón, es fundamental que comprendamos que lo más importante es la calidad del fruto y la cantidad que cada planta produce. De nada serviría tener el campo de cultivo más grande de la región si está lleno de malezas o si el fruto que produce está dañado.
En otras palabras, una congregación puede tener 50 mil miembros, realizar cuatro servicios cada domingo y contar con una estructura y una organización impresionantes, pero si su enseñanza es deficiente y los frutos que están produciendo son pobres, serán cortados y arrojados al fuego. La abundancia de fieles no sustituye la necesidad de un fruto espiritual genuino y de calidad.
Jesús enseñó que esperaba que produjéramos buen y abundante fruto, como se menciona en Mateo 3:10. “Y ya también el hacha está puesta a la raíz de los árboles; por tanto, todo árbol que no da buen fruto es cortado y echado en el fuego”. Aquí, la metáfora es clara: no se trata de la grandeza del terreno o de la cantidad de árboles, sino de la calidad del fruto que cada uno produce.
Esto se confirma también en otro pasaje, Mateo 12:33. “O haced el árbol bueno, y su fruto bueno, o haced el árbol malo, y su fruto malo; porque por el fruto se conoce el árbol”. El énfasis está en el fruto: si es bueno, proviene de un árbol sano; si es malo, es señal de un árbol que no ha sido cuidado adecuadamente.
La calidad del fruto depende en gran medida del terreno donde ha sido sembrado. Si el terreno es fértil, el árbol o la planta crecerá fuerte y producirá buen fruto. Pero si el terreno es árido o desértico, el resultado será una planta débil y de baja calidad, como lo explica Mateo 13:23. “Mas el que fue sembrado en buena tierra, éste es el que oye y entiende la palabra, y da fruto; y produce a ciento, a sesenta, y a treinta por uno”. Este versículo nos da una clave fundamental para la producción de fruto: el entendimiento y la profundidad con que la palabra de Dios se recibe y se asimila.
Cuando una persona no comprende plenamente la palabra de Dios, no producirá el fruto esperado. Esto no se refiere simplemente a personas distraídas durante el culto o que no asisten a las clases de la escuela dominical, sino a aquellos que no logran internalizar el propósito de Dios en su mente y en su corazón. La verdadera comprensión del plan divino es la que lleva a un crecimiento espiritual genuino y a la producción de un fruto que agrada a Dios.
Cuando un cristiano se limita a aceptar pasivamente lo que se le ofrece en el culto dominical, sin dedicar tiempo a examinar la palabra de Dios ni a la oración, nunca llegará a comprender plenamente el propósito de Dios. Esta falta de entendimiento le impide actuar de acuerdo con el plan divino, y como resultado, su vida no producirá el fruto que Dios espera. La ausencia de un compromiso profundo con la enseñanza y la oración inevitablemente deriva en un fruto que carece de la calidad espiritual que agrada a Dios.
La tierra entera es el vasto campo de cultivo de Dios, que a lo largo de la historia ha dado lugar a innumerables personas que han respondido fielmente a sus expectativas. Estas personas han producido un fruto bueno y abundante, un legado que ha perdurado a lo largo de los siglos. Sin embargo, también ha habido quienes no cumplieron con las expectativas de Dios, ya que nunca llegaron a comprender el propósito para el cual fueron llamados.
En última instancia, todos tendremos que rendir cuentas de lo que hemos hecho, tanto de lo bueno como de lo malo. La evaluación final no dependerá solo de nuestras intenciones, sino de los frutos visibles que nuestra vida haya producido.
Para que el campo de cultivo de Dios genere una cosecha abundante y de calidad, se necesitan personas que cuiden de ese cultivo. A lo largo de la historia, hemos visto ejemplos de siervos como Pedro, Juan, Pablo y otros que se mantuvieron fieles a las enseñanzas de Jesús y protegieron la sana doctrina. Estos hombres no solo asimilaron profundamente las enseñanzas de su Maestro, sino que también se preocuparon por guiar y proteger a sus hermanos en la fe, transmitiéndoles la verdadera doctrina a través del Espíritu Santo.
Jesús, en una ocasión, expresó esta necesidad de obreros a sus discípulos, como se relata en Mateo 9:36-38. “Y al ver las multitudes, tuvo compasión de ellas; porque estaban desamparadas y dispersas como ovejas que no tienen pastor. Entonces dijo a sus discípulos: A la verdad la mies es mucha, más los obreros pocos. Rogad pues, al Señor de la mies, que envíe obreros a su mies”.
Con esta declaración, Jesús subrayó la gran necesidad de personas comprometidas que trabajen en su campo, es decir, en el mundo, para cuidar de la mies, que representa a todos aquellos que están listos para recibir el mensaje de salvación. La compasión de Jesús por las multitudes revela el corazón de Dios, que anhela que todos tengan la oportunidad de conocer la verdad. Pero también deja claro que el trabajo es grande y que se requieren muchos más obreros dedicados que estén dispuestos a invertir tiempo, esfuerzo y amor para que el fruto crezca y se mantenga.
La mies está siendo preparada para el día final.
La mies de Dios somos todos los seres humanos que hemos creído que Jesús es el Mesías. Sin embargo, esa mies necesita de obreros que la cuiden para evitar que las malezas crezcan demasiado y arruinen el cultivo. Es importante aclarar que el regreso de Jesús es, en sí mismo, la señal de que la mies está madura, tal como se menciona en Apocalipsis 14:15. “Y del templo salió otro ángel, clamando a gran voz al que estaba sentado sobre la nube: Mete tu hoz, y siega; porque la hora de segar ha llegado, pues la mies de la tierra está madura”.
Jesús habló en muchas ocasiones acerca de este evento glorioso, aunque ocultó este tesoro de sabiduría al público en general. Algunos piensan que las parábolas tenían el propósito de explicar realidades espirituales a través de comparaciones con elementos de la naturaleza. Sin embargo, esto no es del todo cierto. Jesús apartaba a sus discípulos para enseñarles el verdadero significado de estas parábolas. Si la intención de las parábolas hubiera sido aclarar misterios o temas relacionados con el reino, ¿por qué habría necesitado explicar su significado a sus propios discípulos? Esto no tendría sentido. El propósito de las parábolas no era explicar ni revelar; por el contrario, era ocultar las verdades de Dios a los demás, para luego revelarlas únicamente a sus siervos.
Un claro ejemplo de esto se encuentra en la parábola del trigo y la cizaña, narrada en Mateo 13:24-30. “Les refirió otra parábola, diciendo: El reino de los cielos es semejante a un hombre que sembró buena semilla en su campo; pero mientras dormían los hombres, vino su enemigo y sembró cizaña entre el trigo, y se fue. Y cuando salió la hierba y dio fruto, entonces apareció también la cizaña. Vinieron entonces los siervos del padre de familia y le dijeron: Señor, ¿no sembraste buena semilla en tu campo? ¿De dónde pues, tiene cizaña? Él les dijo: Un enemigo ha hecho esto. Y los siervos le dijeron: ¿Quieres pues, que vayamos y la arranquemos? Él les dijo: No, no sea que al arrancar la cizaña, arranquéis también con ella el trigo. Dejad crecer juntamente lo uno y lo otro hasta la siega; y al tiempo de la siega yo diré a los segadores: Recoged primero la cizaña, y atadla en manojos para quemarla; pero recoged el trigo en mi granero”.
Generalmente, cuando se enseña sobre esta parábola, se tiende a relacionar la cizaña con una mala acción que alguien realiza, comenta o permite en una situación específica, como un chisme o un comentario malintencionado que busca dañar a un hermano. Sin embargo, el enfoque de Jesús va mucho más allá de este tipo de acciones. Jesús no está hablando de simples chismes o comentarios malintencionados, sino de la similitud engañosa entre la cizaña y el trigo, y de cómo ambas crecen juntas hasta que la cosecha esté lista para ser recogida.
La clave de esta parábola radica en reconocer la diferencia entre el trigo y la cizaña, ya que ese es su verdadero significado. El trigo es un alimento útil y valioso, mientras que la cizaña es una planta venenosa, inútil para la cosecha. Incluso un agricultor experimentado podría llegar a confundirse entre ambas plantas debido a su apariencia similar durante las primeras etapas de crecimiento. Para aquellos que no tienen experiencia en la agricultura, un campo que a simple vista parece lleno de trigo podría en realidad tener más cizaña que trigo, porque ambas plantas son casi indistinguibles al inicio.
El verdadero problema en esta mezcla es que, si la cizaña no se separa adecuadamente del trigo al momento de la cosecha, podría contaminar el fruto que es útil y bueno. Esto ilustra un principio espiritual importante: la cizaña no representa las malas acciones, sino personas que, a pesar de parecer similares a los verdaderos creyentes, en realidad no comparten la misma naturaleza espiritual. La parábola, entonces, nos advierte sobre la necesidad de discernir entre quienes realmente producen fruto para el Reino de Dios y quienes, aunque aparentan ser parte de la cosecha, no lo son.
Esta no es una interpretación personal del texto bíblico, como algunos podrían sugerir, sino que es la explicación que Jesús mismo dio a sus apóstoles, registrada en Mateo 13:36-43. “Entonces, despedida la gente, entró Jesús en la casa; y acercándose a él sus discípulos, le dijeron: Explícanos la parábola de la cizaña del campo. Respondiendo él, les dijo: El que siembra la buena semilla es el Hijo del Hombre. El campo es el mundo; la buena semilla son los hijos del reino, y la cizaña son los hijos del malo. El enemigo que la sembró es el diablo; la siega es el fin del siglo; y los segadores son los ángeles. De manera que como se arranca la cizaña, y se quema en el fuego, así será en el fin de este siglo. Enviará el Hijo del Hombre a sus ángeles, y recogerán de su reino a todos los que sirven de tropiezo, y a los que hacen iniquidad, y los echarán en el horno de fuego; allí será el lloro y el crujir de dientes. Entonces los justos resplandecerán como el sol en el reino de su Padre. El que tiene oídos para oír, oiga”.
El tiempo del fin será el momento en que el Señor recogerá la cosecha que ha producido su mies. En este evento final, tomará el trigo—es decir, a los justos y fieles—y los pondrá a su lado, guardándolos para la vida eterna. A su vez, cortará la cizaña—que representa a los impíos y aquellos que no dieron fruto—y la arrojará al fuego para ser quemada.
Un detalle fascinante acerca del trigo y la cizaña es la gran similitud que existe entre ambos, tanto en la apariencia de la planta como en la forma de su fruto. Durante el crecimiento, el trigo y la cizaña se ven casi idénticos, lo que puede llevar a una fácil confusión para aquellos que no los conocen a fondo. Sin embargo, al llegar el momento de la cosecha, Dios, que conoce a la perfección a cada uno, distingue claramente quiénes son el trigo y quiénes son la cizaña. Su conocimiento es absoluto, y nada escapa a su mirada.
En el tiempo de la siega, tanto el trigo como la cizaña serán cortados. Aunque para el ojo humano puedan parecer similares, los segadores—quienes son descritos en las Escrituras como los ángeles de Dios—saben con certeza la diferencia entre ambos. Ellos separarán el trigo para almacenarlo en el granero del Señor, mientras que la cizaña será arrojada al fuego para ser destruida, simbolizando el destino de aquellos que no han seguido el camino de la verdad.
Es importante aclarar un concepto fundamental sobre el término «ángel». Cuando la Biblia dice que los ángeles son los segadores, algunos predicadores interpretan que esto podría referirse a ellos mismos, debido a que la palabra «ángel» significa «mensajero». De esta forma, creen que ellos, como portadores del mensaje de Dios y líderes de congregaciones, son los responsables de la siega o la cosecha. Sin embargo, esta interpretación es incorrecta y carece de sustento bíblico.
En este contexto, Jesús se refiere específicamente a sus ángeles celestiales, aquellos seres espirituales que sirven a Dios en el cielo. Son ellos quienes, en el tiempo designado, llevarán a cabo la tarea de separar el trigo de la cizaña. No existe en las Escrituras ninguna indicación de que los seres humanos, aun siendo predicadores o líderes religiosos, asuman el papel de ángeles en el proceso de la siega. La tarea de los ángeles es única y exclusivamente de naturaleza divina, ya que ellos tienen el conocimiento y la autoridad otorgados por Dios para discernir entre el justo y el impío.
Esta distinción es crucial para entender el papel de cada uno en el plan de Dios: los humanos son llamados a sembrar y a cuidar el campo, es decir, a predicar la palabra y guiar a los creyentes, mientras que los ángeles tienen la responsabilidad de la recolección final, que simboliza el juicio y la separación definitiva entre los que han dado fruto y los que no.
Así, la siega será realizada por aquellos que realmente pueden distinguir entre el trigo y la cizaña, es decir, los ángeles de Dios. Por el momento, la cizaña sigue creciendo junto al trigo, lo cual es evidente en nuestros días. Vemos ejemplos en pastores involucrados en escándalos sexuales, grupos de rock pesado que se presentan como “cristianos”, luchadores “cristianos”, concursos de belleza “cristianos”, entre otros casos. Esto demuestra, sin lugar a dudas, que la cizaña se ha extendido por todo el mundo y se encuentra presente en muchas congregaciones.
Dondequiera que vayamos, encontraremos a ambas plantas creciendo juntas, pero llegará el momento en que la mies estará madura, es decir, cuando la plenitud de los gentiles haya sido alcanzada según el plan de Dios. En ese momento, comenzará la siega.
En otras palabras, el trigo representa a los hijos de Dios nacidos de nuevo, aquellos que han sido bautizados en agua y por el Espíritu Santo. Es precisamente el Espíritu Santo el sello que distingue a los hijos de Dios de los hijos de las tinieblas. La mayoría de quienes poseen este sello producirán buenos frutos, como se menciona en Mateo 7:15-16. “Guardaos de los falsos profetas, que vienen a vosotros vestidos de ovejas, pero que por dentro son lobos rapaces. Por sus frutos los conoceréis. ¿Acaso se recogen uvas de los espinos o higos de los abrojos?”. Los falsos profetas se identifican no por sus palabras, sino por sus acciones; y esa es la verdadera naturaleza de la cizaña.
La cizaña se puede reconocer fácilmente si observamos con atención a quienes nos rodean en la congregación. Basta con identificar a aquellos que buscan más las cosas materiales que dar gloria a Dios, incluso si se trata del propio pastor. La cizaña son personas que asisten regularmente a las reuniones y cultos, pero cuya vida personal refleja la superficialidad y la incongruencia de sus palabras. Se parecen mucho a los verdaderos cristianos, pero la apariencia no será suficiente ante el Señor.
El apóstol Pablo tenía una comprensión muy clara de quiénes eran la cizaña y advirtió a los creyentes en Roma sobre ellos. En Romanos 8:5-9 leemos: “Porque los que viven conforme a la carne piensan en las cosas de la carne; pero los que viven conforme al Espíritu, en las cosas del Espíritu. Porque la intención de la carne es muerte, pero la intención del Espíritu es vida y paz. Pues la intención de la carne es enemistad contra Dios, porque no se sujeta a la ley de Dios, ni tampoco puede. Así que, los que viven según la carne no pueden agradar a Dios. Sin embargo, vosotros no vivís según la carne, sino según el Espíritu, si es que el Espíritu de Dios mora en vosotros. Si alguno no tiene el Espíritu de Cristo, no es de Él”.
Pablo hace una distinción muy marcada entre dos grupos de personas: aquellos que viven guiados por el Espíritu y aquellos que siguen los deseos de la carne. Los primeros, como el trigo, se esfuerzan por agradar a Dios y vivir de acuerdo con su voluntad, manifestando frutos espirituales en su vida. Los segundos, representados por la cizaña, se dejan llevar por los deseos de la carne, lo cual los aleja de la verdadera vida espiritual y del propósito de Dios. La advertencia de Pablo es contundente: solo quienes viven bajo la guía del Espíritu de Dios pueden ser considerados verdaderamente parte de su pueblo.
Pablo afirma de manera categórica que quienes no tienen el Espíritu Santo no pertenecen a Cristo. Esto subraya la importancia de una vida transformada y guiada por el Espíritu, como evidencia de una fe genuina.
Es esencial entender una realidad importante: cuando Jesucristo regrese, lo hará para juzgar tanto a los impíos como a muchos “pseudo-cristianos” que, aunque parecen verdaderos creyentes, no lo son. Estos individuos pasan desapercibidos porque utilizan el mismo lenguaje de los creyentes, se comportan como cristianos cuando están en presencia de otros, emplean las mismas expresiones e incluso predican con gran fervor. Asisten a las mismas congregaciones que tú y yo, pero, lamentablemente para ellos, enfrentarán una destrucción repentina porque no agradaron a Dios con su vida ni con sus acciones.
Aunque no sabemos el momento exacto en que esto ocurrirá, sabemos con certeza que ese día llegará. Y cuando suceda, el Señor proclamará: “Echad la hoz, porque la mies está ya madura. Venid, descended, porque el lagar está lleno, rebosan las cubas; porque mucha es la maldad de ellos” (Joel 3:13).
En ese día, nadie podrá esconderse, pues será un evento sobrenatural visible para todos. Los impíos buscarán refugio de la ira de Dios, pero no podrán escapar, como lo mencionan las Escrituras en Abdías 1:2-4 y Nahúm 1:5-7. En Apocalipsis 6:15-17 leemos: “Y los reyes de la tierra, y los grandes, los ricos, los capitanes, los poderosos, y todo siervo y todo libre, se escondieron en las cuevas y entre las peñas de los montes; y decían a los montes y a las peñas: Caed sobre nosotros, y escondednos del rostro de aquel que está sentado sobre el trono, y de la ira del Cordero; porque el gran día de su ira ha llegado; ¿y quién podrá sostenerse en pie?”.
Es importante señalar que este período de juicio será breve, pero sumamente intenso, similar a las plagas que sufrió Egipto. Jesús mismo advirtió en Mateo 24:22: “Y si aquellos días no fuesen acortados, nadie sería salvo; más por causa de los escogidos, aquellos días serán acortados”. Esto significa que los últimos días serán pocos, pero extremadamente difíciles para todos. Cuando Jesucristo regrese en las nubes, llamará a aquellos que fueron predestinados antes de la fundación del mundo para formar parte de su Reino Celestial, como se describe en Efesios 1:4.
Jesucristo, con voz de arcángel y con trompeta de Dios, enviará a sus ángeles a recoger a sus escogidos. “Y enviará sus ángeles con gran voz de trompeta, y juntarán a sus escogidos, de los cuatro vientos, desde un extremo del cielo hasta el otro” (Mateo 24:31).
Los escogidos de Dios están esparcidos por todas partes del mundo; ellos son el trigo que se menciona en las Escrituras. La Biblia nos dice que al sonar la trompeta, todos los justos se reunirán (Apocalipsis 10:7). Este será el momento en el que Dios separará la cizaña del trigo: unos serán tomados y otros dejados para ser echados al fuego. La cizaña representa a aquellos que no han seguido el camino de Dios, mientras que el trigo simboliza a los fieles que han perseverado en la fe y que han sido sellados por el Espíritu Santo.
La última trompeta marcará el momento en que Jesús vendrá a tomar a sus elegidos. Este evento coincide con el período que Apocalipsis describe como la voz del séptimo ángel. En este tiempo se llevará a cabo la resurrección de los muertos y el rapto de aquellos que se sentarán en tronos para juzgar a las naciones.
Si deseas saber un poco más sobre “El Rapto o Arrebatamiento de la Iglesia” como «La Resurrección de los Muertos”, te invito a escuchar nuestros estudios titulados de igual manera.
Tal como dice 1 Corintios 15:52: “En un momento, en un abrir y cerrar de ojos, a la final trompeta; porque se tocará la trompeta, y los muertos serán resucitados incorruptibles, y nosotros seremos transformados”. De igual forma, en 1 Tesalonicenses 4:16 se describe este evento glorioso, cuando los fieles se reunirán con el Señor en su retorno.
El apóstol Pablo se consideraba a sí mismo parte de este evento porque vivió de acuerdo con la voluntad de Dios. Hizo lo que quizás muchos de nosotros nunca hemos hecho: se esforzó al máximo por agradar a Dios y no a los hombres. Renunció a todo lo que tenía, al igual que los demás apóstoles, y se dedicó completamente a la obra del Señor. Pablo estaba seguro de que sería uno de los elegidos, hasta el punto de afirmar que Jesús ya le tenía preparada una corona como recompensa por todos sus esfuerzos y sufrimientos.
Como sabemos, Pablo culminó su vida de la misma forma que su maestro. Pablo fue asesinado por obedecer la voz de Dios. En 2 Timoteo 4:6-8, él mismo escribe: “Porque yo ya estoy para ser sacrificado, y el tiempo de mi partida está cercano. He peleado la buena batalla, he acabado la carrera, he guardado la fe. Por lo demás, me está guardada la corona de justicia, la cual me dará el Señor, juez justo, en aquel día; y no solo a mí, sino también a todos los que aman su venida”.
Estas palabras de Pablo nos invitan a reflexionar profundamente. Siendo muy sinceros, ¿quién de nosotros puede afirmar con plena certeza que ha peleado la buena batalla? ¿Quién puede asegurar que ha cumplido su carrera espiritual de manera satisfactoria? ¿Acaso alguien puede decir que ha guardado los mandamientos de Jesús al pie de la letra y sin fallar?
La cosecha representa el tiempo en que Dios pondrá fin a la maldad humana para siempre. En ese momento, aquellos que fueron fieles a Dios serán apartados a la derecha, para recibir la vida eterna como recompensa. En cambio, aquellos que fueron tropiezo para sus hermanos, enseñándoles doctrinas humanas en lugar de la verdad de Dios, serán apartados y cortados definitivamente.
El tiempo de la cosecha se acerca, y con él, el momento de la separación final. Es una invitación para que cada uno examine su vida y su fe. ¿Estás preparado para ese día? ¿Has producido el fruto que Dios espera de ti, o te has dejado llevar por las cosas del mundo? La respuesta a estas preguntas determinará tu lugar en la siega final.
Hola, quiero recordar que el que cosecha es el que obtiene la vida eterna, no el cosechado. Juan capítulo 4 versículo 36.
Gracias por su comentario. Yo también quiero recordarle que fue Jesus quien explicó que es la cosecha, no el autor de este estudio «38 El campo es el mundo; la buena semilla son los hijos del reino, y la cizaña son los hijos del malo.39 El enemigo que la sembró… Leer más »
Gracias hermanos El Señor les bendiga por aclar y ayudar al pueblo de Dios para que no perezca por falta de conocimiento….
Amigo yo solo soy un hombre nada especial que siente que amo a Dios porque nunca he sentido Amor mas grande hacia otro que el que siento por Dios. Predicó la palabras en la calle y pido a Dios que nadie quite mi satisfacción de predicar solo por Amor. Solo… Leer más »
Por favor amigo lea lo que Jesucristo mismo dijo: “ 36 Entonces, despedida la gente, entró Jesús en la casa; y acercándose a él sus discípulos, le dijeron: Explícanos la parábola de la cizaña del campo. 37 Respondiendo él, les dijo: El que siembra la buena semilla es el Hijo… Leer más »