En este estudio, veremos a quiénes se refiere la Biblia cuando dice que heredarán la tierra, también daremos un vistazo al panorama general de los acontecimientos que sucederán en el mundo en los últimos tiempos. Además, a la luz de la palabra, trataremos de enumerar cuáles son los requisitos para llegar a ser un justo, también mostraremos cuáles serán las consecuencias de no obedecer los mandamientos de Dios. Y, finalmente, expondremos la cruda realidad de lo que pasará con aquellos que aún no conocen a Dios.
Históricamente, los hijos de Dios han sido probados con el propósito de forjar su carácter, de lo cual hay abundantes pruebas en toda la escritura. Dios quiere que sus hijos sean un reflejo de Jesús; para esto, es necesario que los creyentes pasen por ciertas pruebas. Éstas les ayudan a desarrollar algunas características necesarias e importantes que el Padre busca en sus hijos. Muchos cristianos modernos desconocen esto y creen que Dios nos ha puesto en la tierra para disfrutar, no para padecer por Jesús. Piensan que Jesucristo vino a derramar su sangre para que nosotros no tengamos que padecer. En ninguna manera creen que debemos ser como el maestro en sus padecimientos. Lucas 6:40 dice: “El discípulo no es superior a su maestro; más todo el que fuere perfeccionado, será como su maestro”.
Jesús dijo que si eres perfeccionado a través de las pruebas, entonces puedes llegar a ser semejante a él. Tú no puedes ser semejante a Cristo con solo asistir a una congregación o por dar tus diezmos y ofrendas. La forma bíblica de llegar a ser como el maestro es por medio de los padecimientos. Esto lo confirma Pablo en su epístola a los Filipenses 1:29: “Porque a vosotros os es concedido a causa de Cristo, no sólo que creáis en él, sino también que padezcáis por él”. Esta porción de la palabra de Dios dice, sin lugar a duda, que padecer por causa de Jesucristo es un privilegio. Los padecimientos por causa de Jesús son un honor que no muchos están dispuestos a aceptar.
El trato que Dios tiene con sus verdaderos siervos a veces resulta confuso y extraño para aquellos que no entienden cómo obra el Señor. Desde el punto de vista del hombre natural, padecer es algo que debe evitarse. Nadie en su sano juicio se ofrece a padecer voluntariamente, mucho menos a morir en lugar de otro, pero eso precisamente es lo que hizo Jesús.
Si desea saber quiénes son aquellos que van a llegar a ser como su maestro, escuche nuestro estudio titulado: ¿Seremos todos, reyes y sacerdotes?
Las tribulaciones que los siervos de Dios pasaron tuvieron como objetivo probarlos como el oro. Todos ellos fueron, si podemos decir, maltratados por Dios, tal como lo describe Hebreos 11. Yo creo que si pudiéramos preguntarle a cualquiera de los apóstoles de Jesucristo cuáles son los principales requisitos para ser perfeccionados, le aseguro que la respuesta sería la misma: padecer por Jesús y mantenernos sin pecado. Lamentablemente, en el siglo XXI las respuestas podrían ser muy diferentes, porque tanto los valores como la doctrina de los cristianos son distintos.
Todos los cristianos tomamos la Biblia como el manual de instrucciones de Dios para los hombres. En la escritura encontramos el método divino para alcanzar la vida eterna y, a través de ella, podemos conocer cuál es la voluntad de Dios. Sin embargo, ese método varía de congregación en congregación y de denominación en denominación. Si no, vea usted las diferencias que existen entre los pentecostales y los bautistas. Esto se debe a que, por lo general, las instrucciones de Dios son malinterpretadas, ignoradas o rechazadas, ya sea por negligencia o por ignorancia, de modo que la enseñanza institucional prevalece sobre la palabra de Dios. Las instituciones obligan a sus miembros a ser fieles a su doctrina, porque aducen que está escrita en la Biblia. Esto refrena a sus miembros a no objetar o rebatir alguna enseñanza. En pocas palabras, usted no puede pensar diferente en su congregación, porque si lo hace, lo pueden considerar un rebelde y corre el riesgo de ser expulsado.
La mala interpretación de las escrituras, o la desobediencia crasa, tiene consecuencias muy graves, tanto para usted como para su familia. ¿No debería ser esta una razón suficiente para romper con esos paradigmas que lo atan a su congregación? Es lamentable que la gran mayoría de los cristianos no sepan cuál es el verdadero evangelio, razón por la cual existen distintos evangelios y distintas denominaciones. Cada una de ellas lucha por su verdad y trata de imponerla a otros. Aún no comprenden que Cristo viene por una sola iglesia, no por una denominación.
Tú, como miembro activo en alguna de estas denominaciones, no deberías sentirte tan apegado a ellas; mejor dedica tu tiempo a buscar en las escrituras cuál es la voluntad de Dios y cumplirla. No permitas que una congregación o un predicador robe tu mente y tu corazón, que solo le pertenecen al Señor. “Sed, pues, astutos como serpientes y sencillos como palomas” Mateo 10:16.
A pesar de conocer tantos ejemplos de desobediencia descritos en las escrituras, los cristianos seguimos cayendo una y otra vez en ellos por la falta de conocimiento. “Mi pueblo fue destruido, porque le faltó conocimiento. Por cuanto desechaste el conocimiento, yo te echaré del sacerdocio; y porque olvidaste la ley de tu Dios, también yo me olvidaré de tus hijos” Oseas 4:6.
Dios ha puesto en nuestras manos cuál es el conocimiento que debemos adquirir. No se trata de aprender idiomas o el origen de las palabras en hebreo, arameo o griego; tampoco se trata de memorizar todos los versículos de la Biblia. No es homilética o hermenéutica lo que Dios demanda. El conocimiento que Dios quiere que tengamos es entender su voluntad. Es tener una relación personal con el Padre, se trata de conocer cuáles son sus mandamientos y obedecerlos. Todos tenemos una Biblia en nuestra casa; de modo que no hay excusa, no podemos decir que no conocíamos su voluntad. “Si yo no hubiera venido, ni les hubiera hablado, no tendrían pecado; pero ahora no tienen excusa por su pecado” Juan 15:22.
Los Juicios de Dios vienen para todos los habitantes de la tierra
Los juicios de Dios vienen pronto, ¡que no quepa la menor duda! Dios le dice a su pueblo que cambie de rumbo; de lo contrario, sus juicios vendrán cuando menos lo esperen, tal como ocurrió en el pasado. El Señor envió profetas a la nación de Israel para advertirles que, de continuar por el camino equivocado, los castigaría; sin embargo, el pueblo de Israel, lejos de recibir a sus enviados, los despreciaron, los encarcelaron y hasta los asesinaron. Hoy en día, vemos en las redes sociales cómo muchos pentecostales lanzan ataques en contra de los bautistas; los calvinistas a los pentecostales; los testigos de Jehová en contra de los evangélicos; los evangélicos en contra de los adventistas del séptimo día. Es una batalla campal entre denominaciones: unos defienden la sana doctrina y otros el mover de su espíritu humano. Unos defienden su forma de vida llena de lujos, generalmente obtenidos a través del robo descarado de diezmos, ofrendas y las llamadas semillas.
Muchos ya no predican de Cristo; solo pasan contando chistes, historias a veces inverosímiles, y otros se la pasan hablando de su experiencia en el tercer cielo, de cuando hablaron con Dios y cuando pelearon contra Satanás. Son mentirosos, falsos profetas y apóstoles; no tienen temor de Dios, ellos creen que todo seguirá de la misma manera por años o décadas, pero no será así. El pueblo de Dios ha sido cautivado por el mundo, vive en sus delitos y pecados y aún no se da cuenta de ello.
La palabra de Dios dice que viene una gran tribulación, la cual será un período de tiempo corto, pero sumamente intenso, que alcanzará el mundo entero. Dicho evento es la máxima prueba para los moradores de la tierra, la cual culminará con el retorno de nuestro Señor Jesucristo. Este período es descrito en el Antiguo Testamento como el “Día grande y terrible de Jehová”, en el cual Dios terminará con la maldad de los hombres de una sola vez. Apocalipsis 3:10.
Si desea saber más acerca del Día Grande y Terrible de Jehová, le invito a ver nuestro estudio titulado: La gran tribulación.
Dios traerá grandes calamidades al mundo no creyente, pero también probará el corazón del pueblo de Dios. Así que todos seremos afectados de una u otra forma. El apóstol Pedro dice en 1 Pedro 4:17: “Porque es tiempo de que el juicio comience por la casa de Dios; y si primero comienza por nosotros, ¿cuál será el fin de aquellos que no obedecen al evangelio de Dios?”.
Durante la gran tribulación, los hijos de Dios serán perfeccionados, tal como fueron probados los profetas y los cristianos del Nuevo Testamento. Dios ha dispuesto un tiempo para que los cristianos del siglo XXI alcancen la estatura del varón perfecto. Este tiempo será, para unos, una bendición y tiempo glorioso; y para otros, será un tiempo de juicio como nunca se ha visto sobre la tierra.
Dios ha dispuesto ese tiempo en los días finales para que los cristianos seamos perfeccionados. Dicha perfección viene a través de las pruebas y los padecimientos, algo que Pablo entendió a cabalidad. Él decía que lo imitáramos y siguiéramos su ejemplo. Pablo fue perseguido, maltratado, menospreciado y asediado solo por predicar las buenas nuevas. Esta es la parte que muchos no quieren imitar; por el contrario, quieren su unción, quieren que los demonios se les sujeten, quieren sanar enfermos, pero no quieren padecer por Jesús.
Los creyentes del siglo XXI piensan que están exentos de sufrir por causa del evangelio. Creen que las enfermedades, sean leves o mortales, los problemas económicos, familiares o laborales son sinónimos de «padecer por Cristo». Debemos entender que estos problemas son comunes a todos los seres humanos, cristianos o inconversos; a todos nos llegan las mismas situaciones tarde o temprano. Sin embargo, padecer por causa del evangelio es algo muy diferente: es sufrir por hacer el bien, ser menospreciado por apegarse a la palabra de Dios, ser acusado sin haber cometido ningún delito o falta.
De acuerdo con el cristiano moderno, los padecimientos que pasaron los discípulos fueron el precio que ellos pagaron para que nosotros disfrutemos de la libertad de culto que tenemos hoy en día, sin considerar la persecución que viven nuestros hermanos en el otro extremo del mundo. Asumen que padecer persecución no es normal; por el contrario, exigen a Dios que cumpla sus caprichos, reclaman sus derechos como hijos de un gran rey y van a las cortes de los hombres para pelear por esos derechos. Se reúnen en partidos para apoyar políticos cristianos para que estos aboguen por leyes que les favorezcan. Estos cristianos no saben cuál es el plan de Dios ni la manera en que se establecerá su Reino en la tierra, y desconocen que todas las cosas que ahora nos enorgullecen serán destruidas.
Al creer que los cristianos modernos no han sido puestos en este mundo para padecer persecución, sino para «disfrutar de los bienes del padre», ponen en evidencia dos cosas: en primer lugar, su ignorancia en las escrituras y, en segundo lugar, su «prevaricación» al menospreciar los mandamientos del Señor. No estar dispuesto a padecer por causa de Cristo es considerarnos mejores que Jesús. “El discípulo no es superior a su maestro; mas todo el que fuere perfeccionado, será como su maestro” Lucas 6:40. La «perfección» a la que se refiere Jesús llega cuando todos los aspectos de nuestro carácter han sido probados; ya sea la paciencia, la templanza o cualquier otra virtud, deben ser puestas al horno de la prueba, tal como lo hizo con todos sus siervos.
Si tú crees o no que la iglesia pasará por la gran tribulación, es lo de menos. Dios no va a detener sus planes por tu ignorancia. En el mundo, la ignorancia de las masas es ventaja para los ricos y poderosos; ellos usan a los pobres e ignorantes para enriquecerse y manipularlos. En el Reino de Dios, es todo lo contrario: si tú eres ignorante de la palabra de Dios, puedes morir.
Lo importante es que la gran tribulación será un periodo muy intenso que servirá como un crisol para la iglesia, donde los cristianos serán afinados como el oro. Este será un tiempo glorioso para la verdadera iglesia del Señor, pero para aquellos que son rebeldes y rechazan la palabra de Dios, será un tiempo terrible.
No hay superiores dentro de la iglesia de Dios
En la Biblia, ser justo se refiere a vivir de acuerdo con la voluntad de Dios, obedeciendo sus mandamientos y leyes, y actuando de manera recta y ética en todas las áreas de la vida. Un justo es una persona que tiene una relación correcta con Dios, lo cual se refleja en su carácter y comportamiento moral. La justicia no solo es algo externo, sino que proviene del corazón y de una fe sincera en Dios.
“Estas son las generaciones de Noé. Noé, varón justo, era perfecto en sus generaciones; con Dios caminó Noé” Génesis 6:9. Noé es descrito como un hombre justo, lo que implica que tenía una relación íntima con Dios y vivía una vida moralmente recta en medio de una generación corrupta.
Un hombre justo es alguien sin mancha, que camina en la verdad y en el espíritu. Su boca habla sabiduría y no charlatanerías; es un hombre que hace lo correcto y que es humilde. La Biblia dice en el Salmo 37:30-31: “La boca del justo habla sabiduría, y su lengua habla justicia. La ley de su Dios está en su corazón; por tanto, sus pies no resbalarán”.
Los justos, de manera colectiva, forman la verdadera iglesia de Dios. Este término proviene del griego «ekklesia», que significa «asamblea» o «reunión». Se usaba para referirse a un grupo de personas que se congregaban con un propósito común. En un sentido más profundo, «iglesia» también se refiere al cuerpo de Cristo, es decir, los seguidores de Cristo que, unidos por su fe, forman una comunidad espiritual. Este concepto aparece frecuentemente en las cartas de Pablo, por ejemplo, en 1 Corintios 12:27: “Vosotros sois el cuerpo de Cristo, y cada uno de vosotros es un miembro de ese cuerpo”. Si seguimos la lógica de Pablo, diríamos que la iglesia la constituyen miles o millones de miembros que comparten el mismo ADN, son parte intrínseca unos de otros y poseen el mismo tipo de sangre; todos sienten lo mismo. Todos los miembros funcionan en conjunto, van coordinados y se mueven conforme a lo que la cabeza dicta.
Pero imagine que usted tiene lo que llamamos un «cuerpo extraño» en su cuerpo. Puede ser una pequeña astilla en su piel, objetos que pueden ser ingeridos como un hueso de pescado, o inhalados como piezas de comida, o insertados, como un insecto que entra en su oído. Todos estos «cuerpos extraños» son piezas que el cuerpo rechaza, causan incomodidad y, en el peor de los casos, pueden producir un daño permanente. Así, en la iglesia de Cristo, hay «cuerpos extraños» que se han enquistado en ella y están causando un daño al resto del cuerpo. Estos pueden ser algunos miembros o incluso las mismas autoridades de la congregación, llámense pastores, profetas o apóstoles. Ellos no pertenecen al cuerpo de Cristo, pero están incrustados en él, causando mucho daño con sus falsas doctrinas y sus acciones mundanas.
La iglesia de Dios tiene una estructura horizontal entre todos sus miembros, no hay mayor ni menor. Pero estos falsos apóstoles, incrustados como “cuerpos extraños”, se imponen en la iglesia de tal manera que incluso te exigen que les llames Padre. Ellos enseñan que los miembros de la congregación deben obedecerlos ciegamente, se colocan en una posición superior a cualquier autoridad humana o divina. Ellos deciden con quién te vas a casar, a dónde vas a vivir, qué auto vas a comprar, e incluso debes pedirles permiso si quieres irte de vacaciones.
La iglesia no posee jerarquías de dominio, sino funciones. Cada uno de los ministros puestos por Dios son únicamente medios para la enseñanza, instrucción y consolación de sus miembros. La palabra de Dios enseña que los pastores NO están en un rango superior a los demás. Jesús dijo en Mateo 20:25-27: “Entonces Jesús, llamándolos, dijo: Sabéis que los gobernantes de las naciones se enseñorean de ellas, y los que son grandes ejercen sobre ellas potestad. Mas entre vosotros no será así, sino que el que quiera hacerse grande entre vosotros será vuestro servidor, y el que quiera ser el primero entre vosotros será vuestro siervo”.
Nadie en el cuerpo de Cristo tiene más autoridad que el otro; todos somos iguales, desempeñando funciones diferentes, unas quizá más importantes que otras, pero dependientes las unas de las otras. El corazón, por ejemplo, tiene una función vital en el cuerpo, pero no puede hacer lo que hace la mano o lo que hace el ojo. Por eso Pablo dice: “Porque de la manera que en un cuerpo tenemos muchos miembros, pero no todos los miembros tienen la misma función, así nosotros, siendo muchos, somos un cuerpo en Cristo, y todos miembros los unos de los otros” Romanos 12:4-5. De manera que nosotros debemos ser edificados mutuamente, no por un solo miembro. La única autoridad real es la cabeza, es decir, Jesucristo. Él es la cabeza de la iglesia, él es quien decide qué hace el cuerpo y qué no.
La autoridad de Dios es la que debe imponerse y lo hará
Por siglos los hombres han intentado establecer gobiernos más equitativos con resultados desastrosos. Mencione cualquier tipo de gobierno y verá que ninguno de ellos ha traído prosperidad y justicia al ciudadano común; todos han llevado beneficios a unos pocos, y pobreza y necesidades a la gran mayoría de sus ciudadanos. Ningún gobierno humano traerá justicia y paz verdadera a los hombres; la única justicia que podemos encontrar está en Dios.
Sin embargo, el pueblo de Dios rechaza la autoridad directa de su creador, tal como Israel hizo en el pasado. La escritura dice que los ancianos de Israel se acercaron al profeta Samuel para pedir un rey, queriendo ser como las otras naciones, en lugar de ser gobernados directamente por Dios a través de jueces. “Entonces todos los ancianos de Israel se juntaron y vinieron a Ramá para ver a Samuel, y le dijeron: He aquí tú has envejecido, y tus hijos no andan en tus caminos; por tanto, constitúyenos ahora un rey que nos juzgue, como tienen todas las naciones. Pero no agradó a Samuel esta palabra que dijeron: Danos un rey que nos juzgue. Y Samuel oró a Jehová. Y dijo Jehová a Samuel: Oye la voz del pueblo en todo lo que te digan; porque no te han desechado a ti, sino a mí me han desechado, para que no reine sobre ellos” 1 Samuel 8:4-7.
Este pasaje muestra cómo el pueblo de Israel rechazó el gobierno directo de Dios, deseando en cambio un rey humano, lo cual fue considerado un rechazo del reinado divino. El pueblo de Israel rechazó la intervención directa de Dios y prefirió hombres imperfectos como ellos para que dirigieran sus vidas y su nación, lo mismo que hacemos cada 4, 5 o 6 años cuando elegimos un presidente para que dirija la nación.
Cuando el pueblo de Israel pidió un rey, Dios, a través del profeta Samuel, les advirtió sobre las consecuencias de tener un rey humano. Esta advertencia se encuentra en 1 Samuel 8:10-18, donde Samuel describe los problemas y cargas que un rey les impondría, como impuestos, servicio militar obligatorio y la explotación de sus recursos y personas.
“Y refirió Samuel todas las palabras de Jehová al pueblo que le había pedido rey. Dijo, pues: Así hará el rey que reine sobre vosotros: tomará a vuestros hijos, y los pondrá en sus carros y en su gente de a caballo, para que corran delante de su carro; y nombrará para sí jefes de miles y jefes de cincuentenas, los pondrá a labrar sus campos y a segar sus mieses, y a hacer sus armas de guerra y los pertrechos de sus carros. Tomará también a vuestras hijas para que sean perfumadoras, cocineras y amasadoras. Asimismo, tomará lo mejor de vuestras tierras, de vuestras viñas y de vuestros olivares, y lo dará a sus siervos. Diezmará vuestro grano y vuestras viñas, para darlo a sus oficiales y a sus siervos. Tomará vuestros siervos y vuestras siervas, vuestros mejores jóvenes y vuestros asnos, y con ellos hará sus obras. Diezmará también vuestros rebaños, y seréis sus siervos. Y clamaréis aquel día a causa de vuestro rey que os habréis elegido, mas Jehová no os responderá en aquel día.” 1 Samuel 8:10-18.
Esta advertencia de Dios describe el precio de tener un rey humano. Los reyes tomarían a los mejores recursos del pueblo para su propio beneficio, incluyendo a sus hijos, tierras y ganado, y los harían sus siervos. A pesar de esta clara advertencia, el pueblo insistió en tener un rey, lo que marcó el comienzo del reino en Israel.
Dios desea gobernar al hombre, pero el hombre siempre lo ha rechazado. Sin embargo, llegará un tiempo en el cual el Señor tomará control de todas las naciones de la tierra y establecerá su reino para gobernar con justicia y equidad. “Y le hará entender diligente en el temor de Jehová. No juzgará según la vista de sus ojos, ni argüirá por lo que oigan sus oídos; sino que juzgará con justicia a los pobres, y argüirá con equidad por los mansos de la tierra; y herirá la tierra con la vara de su boca, y con el espíritu de sus labios matará al impío” Isaías 11:3-4.
Dios destruirá a los impíos de la Tierra, literalmente
Cuando Jesús regrese a la tierra, peleará como poderoso gigante para proteger a su pueblo, pero destruirá a todos los impíos de la tierra. “He aquí los ojos de Jehová el Señor están contra el reino pecador, y yo lo asolaré de la faz de la tierra; mas no destruiré del todo la casa de Jacob, dice Jehová” Amós 9:8 y Zacarías 5:3. La Gran Tribulación no será el juicio de Dios para su pueblo, sino el tiempo para destruir a TODOS los impíos de la tierra, (llámense cristianos o inconversos).
Es el periodo previo al regreso de Jesucristo porque la escritura dice: “E inmediatamente después de la tribulación de aquellos días, el sol se oscurecerá, y la luna no dará su resplandor, y las estrellas caerán del cielo, y las potencias de los cielos serán conmovidas. Entonces aparecerá la señal del Hijo del Hombre en el cielo; y entonces lamentarán todas las tribus de la tierra, y verán al Hijo del Hombre viniendo sobre las nubes del cielo, con poder y gran gloria” Mateo 24:29-30.
Estos versículos dicen que las naciones lamentarán la llegada de Jesucristo, puesto que durante este periodo de tiempo perecerán cientos de miles de personas. En cualquier parte del mundo sucederán cosas extraordinarias y terribles; nada en la historia del hombre puede compararse con este tiempo. Si quieres profundizar acerca de los sucesos que ocurrirán durante esta etapa del hombre, mira nuestro estudio titulado: La Gran Tribulación.
Las naciones, es decir, los hombres de las diferentes nacionalidades que no creyeron en él, serán arrasados por el fuego y las plagas descritas en el libro del Apocalipsis. La Gran Tribulación es el juicio de Dios a todas las naciones de la tierra por sus perversidades y por milenios de maldad. “Y las naciones que hubieren sido salvas andarán a la luz de ella; y los reyes de la tierra traerán su gloria y honor a ella en Jesús” Apocalipsis 21:24. Únicamente los salvos sobrevivirán esta gran catástrofe, porque todos los pecadores serán arrancados de la tierra para siempre. Únicamente los justos quedarán con vida para adorar a Dios, porque ellos heredarán la tierra.
Debemos comprender que la salvación es precisamente salir vivos de esta terrible etapa en la historia del hombre. La salvación es el boleto de entrada al Reino de Dios que será establecido en la tierra cuando Jesucristo regrese, tal como lo plantea Pablo en su epístola a los Romanos 5:9: «Pues mucho más, estando ya justificados en su sangre, por él seremos salvos de la ira.»
La salvación que hemos alcanzado por medio de la santificación y el proceso de perfeccionamiento se verá en forma palpable durante la ira de Dios.
La destrucción de los pecadores es inminente, porque el Señor arrancará por completo a aquellos que se complacen en las mentiras y la impiedad. No se necesita ser un teólogo para entender que las escrituras declaran que solo los justos heredarán la tierra, porque cuando Jesucristo establezca su reino sobre la tierra, no quedarán impíos sobre ella. “Espera en Jehová, y guarda su camino, Y él te exaltará para heredar la tierra; Cuando sean destruidos los pecadores, lo verás” Salmos 37:34.
Dios viene a gobernar a las naciones de la tierra, EN LA TIERRA, y no permitirá pecadores en ella. “Alégrense y gócense las naciones, Porque juzgarás los pueblos con equidad, Y pastorearás las naciones en la tierra. Seláh” Salmo 67:4. El Reino de Dios aún no se ha establecido en la tierra, ni lo hará a través de gobiernos e instituciones humanas, llámense estas denominaciones o iglesias; y mucho menos a través de gobiernos humanos. Dios establecerá su Reino en la tierra literalmente. Si deseas saber más sobre el Reino de Dios, ve nuestro estudio titulado: El Reino de Dios.
Dios ama la rectitud y odia la maldad
El pueblo de Dios debe estar confiado en la sabiduría y el amor del Señor; aunque el panorama mundial se vea sombrío, debemos estar seguros de que Dios nos guardará. “Porque Jehová ama la rectitud, y no desamparará a sus santos. Para siempre serán guardados; mas la descendencia de los impíos será destruida” Salmos 37:28.
En la presencia de Dios podemos estar a salvo, si guardamos sus mandamientos y si vivimos en rectitud, porque cuando Jesucristo regrese no quedará descendencia de maldad sobre la tierra. DIOS NO QUIERE QUE NOS MEZCLEMOS CON LAS COSTUMBRES DE LOS PUEBLOS, y por esa razón vendrá a destruir todo rastro de maldad sobre la tierra, de la misma manera que Dios ordenó a su pueblo destruir a las naciones impías como el amorreo, así también vendrá a destruir a todo ser humano que no le recibió como Señor de sus vidas.
En Deuteronomio 7:1-2, Dios le da instrucciones a Israel sobre cómo tratar con estas naciones cuando entraran en la tierra prometida: “Cuando Jehová tu Dios te haya introducido en la tierra en la cual entrarás para poseerla, y haya echado de delante de ti a muchas naciones, al heteo, al gergeseo, al amorreo, al cananeo, al ferezeo, al heveo y al jebuseo, siete naciones mayores y más poderosas que tú, y Jehová tu Dios las haya entregado delante de ti, y las hayas derrotado, las destruirás del todo; no harás con ellas alianza, ni las tomarás por misericordia” Deuteronomio 7:1-2.
A diferencia del Antiguo Testamento, donde el pueblo de Israel destruyó únicamente a esos pueblos, esta vez serán sus ángeles quienes ejecutarán la orden de destruir a todas las naciones impías de la tierra. La destrucción de las naciones impías en el pasado tuvo como finalidad romper con cualquier influencia pagana que estas pudieran transmitir a su pueblo; de la misma manera, Dios va a romper con toda influencia de maldad que las naciones de la tierra han implantado en su pueblo. Comprendamos que no quedará ningún impío sobre la tierra, dígase cristiano o no.
Será destruido de raíz todo rebelde y todo aquel que maquina maldad en su corazón. “Mas los transgresores serán todos a una destruidos; la posteridad de los impíos será extinguida” Salmos 37:38. Esto significa que Dios NO salvará a los inconversos a través de la llamada “gran cosecha de almas”, sino que aquellos que no se hayan arrepentido antes de que Jesús venga, serán destruidos de una sola vez, porque la ira de Dios caerá sobre todos los impíos el mismo día. “Porque el cáliz está en la mano de Jehová, y el vino está fermentado, lleno de mistura; y él derrama del mismo; hasta el fondo lo apurarán, y lo beberán todos los impíos de la tierra” Salmos 75:8.
Ahora, después de saber estas cosas, te puedes preguntar: ¿Qué debemos hacer los cristianos?
En primer lugar, debemos discipular, no solo predicar, a aquellos que no conocen a Cristo, puesto que los eventos que se avecinan afectarán a todos los seres humanos, especialmente a los inconversos, porque hacia ellos están dirigidos todos estos juicios. ¿Es demasiado dura esta palabra? Te recomiendo que leas detenidamente la Biblia y todas las advertencias que Dios hace a lo largo de los siglos. Él nos advierte y nos insta a mantenernos en santidad y sin pecado; de lo contrario, vendrá la ira de Dios sobre nosotros.
Los pastores modernos ocultan la verdad de las escrituras por temor a perder su membresía o porque simplemente no lo saben. Ellos prefieren poner su confianza en el conocimiento que adquirieron en el seminario bíblico, que en la revelación de Dios. El libro del Apocalipsis dice que la ira de Dios se derramará también sobre todos los hombres que hayan adorado la imagen de la bestia, no importando si dicen llamarse cristianos. Apocalipsis 14:10. Algunos podrían aducir que jamás se inclinarían ante un ídolo. Pero… ¿Qué tal si eres engañado para hacerlo?
En la actualidad, millones de cristianos son engañados con otros evangelios, tales como el evangelio de la prosperidad y el de creciendo en gracia, por lo cual no me cabe la menor duda de que el Anticristo convencerá a muchos cristianos para que adoren a un hombre. De hecho, ya lo hacen, si no ve cómo muchos cristianos ven a ciertos líderes como los ungidos de Dios, los aman, los respetan, y algunos los adoran tanto que los defienden a capa y espada. No importa qué herejía prediquen, siempre les creen. Y hay de ti si te atreves a señalar sus sinvergüenzadas y sus mentiras. Sin embargo, en los últimos días, esos “ungidos” te llevarán al infierno, porque son falsos maestros y falsos Cristos.
Salomón comprendió que Dios hará justicia a los justos de la tierra en el día que regrese. Pero a los falsos apóstoles los destruirá. “Mas los impíos serán cortados de la tierra, y los prevaricadores serán de ella desarraigados” Proverbios 2:22. Definitivamente, Dios hará cosas terribles en contra de todos los impíos; no será la Bestia ni Satanás quienes destruirán a los hombres impíos, sino DIOS; y nosotros, sabiendo estas cosas, cuánto más debemos estar apercibidos para no apartarnos de sus caminos. “Puesto que todas estas cosas han de ser deshechas, ¡cómo no debéis vosotros andar en santa y piadosa manera de vivir, esperando y apresurándoos para la venida del día de Dios, en el cual los cielos, encendiéndose, serán deshechos, y los elementos, siendo quemados, se fundirán!” 2 Pedro 3:11-12.
Alguien podría preguntar: ¿Dónde queda la misericordia de Dios?… ¿Matará a millones de personas?… Es precisamente la misericordia de Dios la que nos da la oportunidad de corregir todo aquello que nos separe de su presencia. Recuerde que mientras tengamos vida, podemos arrepentirnos y rectificar nuestro camino. El cristiano moderno cree que los impíos son únicamente las personas que NO se han convertido al cristianismo evangélico. Por lo general, creemos que son únicamente los borrachos, ladrones, drogadictos o aquellos que pertenecen a otra religión; sin embargo, la Biblia dice que el impío es alguien que se aparta de los caminos de Dios, aun teniendo alguna posición de privilegio dentro de las congregaciones. “Tanto el profeta como el sacerdote son unos impíos, dice Jehová. Aun en mi casa he hallado su maldad. Por tanto, como resbaladeros en la oscuridad será su camino. Serán empujados y caerán en él, porque yo traeré el mal sobre ellos en el año de su castigo, dice Jehová” Jeremías 23:11-12.
Nuestro Dios, en su infinita misericordia, está llamando a su pueblo al arrepentimiento; él no quiere que nadie perezca. Busca que sus hijos caminen en rectitud y justicia, los insta a que dejen todos sus ídolos con los que han fornicado y que los han apartado del Dios único y verdadero. Los bienes materiales, el dinero, la avaricia, la vanagloria, la egolatría y el orgullo son algunos de los ídolos de la nueva era evangélica que serán destruidos, porque éstos han desviado al pueblo de Dios de su camino de santidad. Cuando Jesús regrese, aprenderemos el significado pleno de la generosidad, la humildad, el altruismo y la mansedumbre. Aprenderemos a vivir en justicia y en paz, nos someteremos a su soberanía y viviremos en sus preceptos. Las cosas que hoy parecen indispensables dejarán de existir; no habrá más urgencia por hacerse rico, ni por obtener el mejor lugar. Cada uno tendrá lo que necesite y ninguno caminará en la locura de sus pecados. “Dios, nuestro Dios ha de salvarnos. Y de Dios Jehová es el librar de la muerte. Ciertamente Dios herirá la cabeza de sus enemigos, la cabelluda mollera del que camina en sus pecados” Salmos 68:20-21.
Dios no quiere que su pueblo perezca, por eso nos ha advertido con siglos de antelación que sus juicios llegarán si persistimos en nuestros pecados. “¿Acaso quiero yo la muerte del impío?, dice el Señor Jehová. ¿No vivirá él, si se aparta de sus caminos? Pero si el justo se aparta de su justicia y comete maldad, conforme a todas las abominaciones que hace el impío, ¿vivirá él? Ninguna de las acciones justas que hizo vendrán a la memoria; por la infidelidad que cometió y por el pecado que cometió, por ellos morirá” Ezequiel 18:23-24.
Ciertamente Dios no quiere que ninguno de nosotros perezca y nos advierte que sus juicios vienen pronto. Por lo tanto, no menospreciemos la palabra de Dios ni la tomemos livianamente. Entiendo que muchos que asisten a las congregaciones van en búsqueda de Dios, ellos podrían creer que están recibiendo el verdadero evangelio del reino. Lamentablemente, la realidad se impone cuando vemos cristianos celebrando fiestas paganas, bailando al ritmo de la cumbia, gritando y riéndose como enajenados. Ese tipo de congregaciones no representan a Cristo ni su evangelio. Si tú eres nuevo, te pido en el nombre de Jesús que salgas de ese tipo de congregaciones y busques una que se apegue a la sana doctrina.
Para quienes tienen años en el evangelio, el autor del libro de los Hebreos les hace una amonestación que continúa vigente en nuestros días. “Porque debiendo ser ya maestros, después de tanto tiempo, tenéis necesidad de que se os vuelva a enseñar cuáles son los primeros rudimentos de las palabras de Dios; y habéis llegado a ser tales que tenéis necesidad de leche, y no de alimento sólido” Hebreos 5:12. Lo mismo dijo Pablo en la primera epístola a los Corintios 3:1-2: “De manera que yo, hermanos, no pude hablaros como a espirituales, sino como a carnales, como a niños en Cristo. Os di a beber leche, y no vianda; porque aún no erais capaces, ni sois capaces todavía”.
¿En qué consiste nuestra salvación?
La palabra de Dios explica con suficiente detalle las consecuencias del pecado. A pesar de ello, los cristianos, al igual que Israel, son duros de cerviz; cierran sus oídos, menosprecian las amonestaciones de Dios y pretenden eliminar sus mandamientos, asumiendo que la salvación es un derecho. La salvación no es un mérito ganado, sino que es un regalo inmerecido de Dios que se ganará si cumplimos con sus mandamientos.
La salvación que los primeros cristianos cuidaban con temor y temblor, ahora se considera como un derecho adquirido por todos los que asisten a una congregación. Basta haber recitado una pequeña oración para recibir a Jesús como Señor de sus vidas y, según ellos, ya eres salvo. Sin embargo, la salvación tiene condiciones muy claras que no se pueden obviar, he aquí algunas:
Seremos aborrecidos por causa de Cristo y si sobrellevamos esa carga hasta el fin seremos salvos. “Y seréis aborrecidos de todos por causa de mi nombre; más el que persevere hasta el fin, éste será salvo” Mateo 10:22.
Si tú crees que Jesús es el Señor y fuiste bautizado en agua, puedes llegar a ser salvo. “El que creyere y fuere bautizado, será salvo; más el que no creyere, será condenado” Marcos 16:16.
Si confiesas que Jesús es tu Señor, y crees con tu corazón que Dios levantó a Jesús de los muertos, también puedes llegar a ser salvo. “que, si confesares con tu boca que Jesús es el Señor, y creyeres en tu corazón que Dios le levantó de los muertos, serás salvo” Romanos 10:9.
Si tú pones todo tu esfuerzo por agradar a Dios e incluso ofreces tu vida por predicar la palabra de Dios en lugares donde te prohíben predicar o, por hacer el bien, te envían a prisión, no te sientas deprimido. “Porque todo el que quiera salvar su vida, la perderá; y todo el que pierda su vida por causa de mí, la hallará” Mateo 16:25.
Si tú no te dejas engañar por ningún falso profeta o maestro, sino que luchas para que nadie te haga dudar de la convicción que Dios ha puesto en tu corazón cuando lees la Biblia, entonces puedes llegar a ser salvo. “Y los de junto al camino son los que oyen, y luego viene el diablo y quita de su corazón la palabra, para que no crean y se salven” Lucas 8:12.
Si tú te esfuerzas por cumplir los mandamientos de Dios, manteniéndote en santidad, caminando en la verdad y perseverando en la doctrina de los apóstoles, entonces, podrás ser salvo. “Y alguien le dijo: Señor, ¿son pocos los que se salvan? Y él les dijo: Esforzaos a entrar por la puerta angosta; porque os digo que muchos procurarán entrar, y no podrán” Lucas 13:23-24.
Si tú tomas el evangelio en serio, debes saber que no solo basta escuchar el evangelio y sus mandamientos, sino también, es necesario poner en práctica cada uno de ellos; entonces serás salvo. “Al que oye mis palabras, y no las guarda, yo no le juzgo; porque no he venido a juzgar al mundo, sino a salvar al mundo” Juan 12:47.
Cada una de estas condiciones demuestran que la salvación es un proceso que dura hasta que fallecemos, no un certificado de regalo obtenido por medio de una sencilla oración, sin importar nuestra condición de pecado. El pecado es la barrera que impide que lleguemos a alcanzar las promesas de Dios, y esa, precisamente, es la meta de Satanás. Si mantiene al cristiano creyendo que no importa si peca o no, igual será salvo, ha conseguido su propósito. Dios es puro y santo y no soporta el pecado. “Muy limpio eres de ojos para ver el mal, ni puedes ver el agravio; ¿por qué ves los menospreciadores y callas cuando destruye el impío al más justo que él?” Habacuc 1:13.
Nosotros, los cristianos, debemos tomar la mentira y el engaño como algo que debemos combatir, porque de caer en ellos nos llevará directo al infierno. La Escritura dice: “alma que peque morirá”. Si, por ejemplo, tú eres un cristiano sincero y entregado a las actividades en tu congregación, ayunas de vez en cuando, oras todas las noches, asistes a las actividades de evangelización para ganar almas perdidas, pero crees que Dios desea prosperarte económicamente y crees que él te exige que entregues diezmos, ofrendas y semillas, ya que, si lo haces, Dios te va a devolver 10 veces más, has caído en una mentira; por lo tanto, ya no caminas en la verdad.
De la misma manera, si te apartas de los mandamientos de Dios, es igual que despreciarlo, y nadie puede decir que ama al Señor y no cumplir su palabra. “Porque si pecáremos voluntariamente después de haber recibido el conocimiento de la verdad, ya no queda sacrificio por el pecado, sino una horrenda esperanza de juicio y hervor de fuego que ha de devorar a los adversarios. El que menospreciare la ley de Moisés, por el testimonio de dos o de tres testigos muere sin ninguna misericordia: ¿Cuánto pensáis que será más digno de mayor castigo el que hollare al Hijo de Dios, y tuviere por inmunda la sangre del testamento en la cual fue santificado, e hiciere afrenta al Espíritu de gracia? Sabemos quién es el que dijo: Mía es la venganza, yo daré el pago, dice el Señor. Y otra vez: El Señor juzgará su pueblo. Horrenda cosa es caer en las manos del Dios vivo” Hebreos 10:26-31.
Cuando Jesucristo regrese, será para poner fin a milenios de maldad del hombre. Él destruirá al impío y tomará al justo para que herede toda la tierra. La palabra dice: “Bienaventurados los mansos, porque ellos recibirán la tierra por heredad” Mateo 5:5.
No quedará ningún impío sobre la tierra; ahora los justos gozarán de la abundancia de Dios, tendrán paz y se alegrarán en su presencia. No habrá más llanto ni dolor, porque los justos heredarán la tierra. “Pero los mansos heredarán la tierra, y se recrearán con abundancia de paz” Salmo 37:11.
No será algo pasajero, ni tendremos que votar por un hombre corrupto cada 4 o 5 años. Ya no habrá necesidad de imponer agendas “cristianas” o conservadoras en las escuelas, en el gobierno o en la sociedad en general. No buscaremos políticos “cristianos” para que defiendan los valores de la familia. “Porque los rectos habitarán la tierra, y los perfectos permanecerán en ella” Proverbios 2:21.
No tendremos jamás que preocuparnos por lo que sucederá después de una elección, porque no las habrá. Dios gobernará sobre la tierra y apacentará a los justos, ya que los impíos no existirán. “El justo no será removido jamás, pero los impíos no habitarán la tierra” Proverbios 10:30.
Sin embargo, esto no significa que Dios dejará que los hombres sigan haciendo lo que estaban acostumbrados a hacer. Jesucristo tomará el control de las naciones y no permitirá que el hombre se rebele de nuevo, pues él regirá a los pueblos de toda la tierra con mucha disciplina, tal como dice el libro de Apocalipsis 2:27: “Y las regirá con vara de hierro, y serán quebradas como vaso de alfarero; como yo también la he recibido de mi Padre”.
MUy bien detallado muchas dudas aclaradas a mi vida
son muy buenos estos temas. porque ya casi no se predican, sigan adelante y muchas bendiciones. gracias